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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ofensiva irani y la 'cumbre' islámica

HOY SE reúne en Kuwait la cumbre de la Conferencia Islámica. Reunión aplazada en varias ocasiones y que se celebra en un momento de viraje en la guerra entre Irán e Irak. Basora, segunda ciudad de Irak, con más de un millón de habitantes, es la meta de una ofensiva de los iraníes que dura desde finales del pasado diciembre. Éstos han logrado avances importantes, sobre cuyo valor estratégico hay versiones contradictorias. Pero han sido las batallas más mortíferas de la guerra, con decenas de miles de muertos. Aumentan a la vez las víctimas civiles a causa de los bombardeos de ciudades, sobre todo por la aviación iraquí.Sería exagerado hablar de un cambio decisivo en el curso de la guerra, pero la superioridad militar de Irán es clara y su enemigo está a la defensiva. La idea, aceptada por los Gobiernos tanto occidentales como orientales, y asimismo en los países árabes, de que ni Irán ni Irak podrían ganar la guerra, y de que, por tanto, ésta tendría que acabar con un arreglo, ha perdido vigencia. Ahora muchos piensan que Irán puede ganar la guerra y que, en todo caso, la eventualidad de su derrota es descartable. Pero no está solamente en juego una lucha, entre dos Estados. El régimen de Teherán alienta el expansionismo de un integrismo islámico que se enfrenta con la estructura política de la mayor parte de los Estados árabes y que encuentra eco en sectores juveniles decepcionados por el fracaso de todos los proyectos anteriores de unificación del mundo árabe; ayuda y estimula a grupos terroristas. Por eso la simple conjetura de una victoria iraní siembra temor en numerosas capitales.La ofensiva sobre Basora tiene unos objetivos militares y políticos que no están desligados de la cumbre de Kuwait, si bien su alcance es mayor. La toma de la ciudad significaría un golpe dramático para el presidente iraquí Sadam Husein y podría precipitar su eliminación, objetivo número uno de Jomeini. Pero, incluso sin un resultado tan decisivo, el cerco de Basora permite ejercer presión sobre las monarquías árabes del golfo Pérsico y más concretamente sobre Kuwait. Al mismo tiempo, en el complejo político que rodea a Jomeini se manifiestan como posibles sucesores del anciano líder grupos más moderados que ofrecen a las monarquías del Golfo garantías para su seguridad e incluso colaboración, en el caso de que la guerra terminase con la eliminación del líder iraquí.

En este marco se ha desarrollado el esfuerzo de Irán por impedir la celebración de la Conferencia Islámica convocada en Kuwait. Ésta no podrá eludir el tema candente de la guerra irano-iraquí y con toda probabilidad surgirán iniciativas que, en nombre del islam, tiendan a lograr un alto el fuego y un proceso de solución negociada. Teherán ha interpretado las iniciativas de ese género como formas de ayudar a Irak. Las presiones iraníes, a pesar del acompañamiento de la fuerte ofensiva militar, no han logrado el objetivo de imponer la suspensión de la cumbre. Pero si la superioridad militar de Irán va cobrando cuerpo, se acentuará la tendencia en muchos países árabes a buscar caminos que no les enfrenten con el poder hegemónico en la zona. Por ahora, el punto en el que se perfila una coincidencia amplia, no sólo en los países árabes, sino entre las capitales occidentales y orientales, es la urgencia de poner, en marcha todas las gestiones y presiones posibles para lograr un cese de las hostilidades.La actual coyuntura pone en evidencia la ceguera -por no decir más- de la política aplicada por EE UU y otros países occidentales. The New York Times subraya que la Casa Blanca ha vendido armas a Jomeini sin evaluar siquiera las consecuencias que podría tener una victoria iraní. A pesar de repetidas declaraciones de neutralidad y paz, la mayor parte de los Gobiernos de los países industrializados, incluido el español, han participado en la venta de armas a los beligerantes. Ha prevalecido el interés del tráfico de armas sobre una política con perspectiva. El secretario general de la ONU.

Pérez de Cuéllar, propugna que ésta celebre una reunión especial ante la gravedad de la situación. Pero es muy dudoso que la ONU pueda desempeñar un papel efectivo. Y no tanto por culpa suya, sino porque la política real de los Gobiernos, y sobre todo de las grandes potencias, nunca ha dado prioridad al objetivo de poner fin a una guerra que dura ya más de seis años y que arroja un balance pavoroso de un millón de muertos. En todo caso, ante el desprestigio que sufre en la zona EE UU a causa del Irangate, Europa debería examinar la posibilidad de una acción diplomática.

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