La pérdida del rumbo
Los médicos y los jueces se encuentran perdidos, sin rumbo, desorientados, sin ilusiones, y esto es gravísimo porque reduce la eficacia, cuando ambos colectivos deberían aprovechar los avances tecnológicos, sociales, científicos y culturales de estos tiempos, en lugar de dejarlos pasar, como está ocurriendo.Los médicos forenses estamos a caballo entre las ciencias médicas y jurídicas, con lo que padecemos a la vez ambas situaciones de crisis, lo que ha creado una situación de conflicto entre nosotros, más acentuada que entre los médicos no forenses: tensiones internas, desunión, rivalidades y criterios contrapuestos, aunque estas circunstancias también se dan en otros colectivos, incluidos partidos políticos.
Si la sociedad precisa de una buena administración de justicia y de una alta calidad médica, ninguna de las dos podría darse sin una adecuada medicina forense, y esto sólo se podría conseguir poniendo en marcha una serie de elementos dinamizadores que se contrapongan a la disgregación. Convendría no olvidar que las crisis de identidad generan una sociedad de mínimos, en la que todos vamos a cumplir lo estrictamente necesario y exigible.
Por otro lado, sería bueno tener presente que, de forma personal, en la relación dialógica yo tú, el médico es visto como necesario y, en ocasiones, hasta con afecto por parte del enfermo pero, como institución, la sociedad no perdona que seamos lo notarios que dan fe de las debilidades y patologías de los grandes hombres, de los políticos, de los empresarios, de las bellas y de los triunfadores.
El juez, por otro lado, es hipócritamente respetado, pues la sociedad teme su poder y crea siempre elementos de control que enmascaran motivaciones inconscientes de revancha y rivalidad de poder, sin que ello suponga que, como todo poder, no deban ser controlados. Y es que, paradójicamente, aquellos que atienden a los valores máximos del hombre: la vida, la salud y la libertad, en lugar de ser adecuadamente correspondidos por la sociedad, son siempre vistos con recelo, por miedo a un posible abuso de poder, hasta el extremo de que la mayor satisfacción de las gentes se expresa en la frase ritual: "¡Ay! Yo creía que los médicos no se ponían enfermos", aunque se trate de una simple gripe o el anuncio del procesamiento de un juez, sin llegar a entender bien que el ejercicio, tanto de la medicina como de la judicatura, exige un esfuerzo constante, no sólo de reciclajes científicos y, sociales, sino también el vencer a nuestros propios fantasmas, pues el error es para ambos la vida y la libertad de terceros.
Estos aspectos, que no son específicamente actuales, sino que tienen una vieja historia, han adquirido en la actualidad una mayor fuerza y despliegue, al haber pasado al conocimiento general de la sociedad. Por ello hay que recuperar el espíritu de cuerpo, que no supone en absoluto corporativismo; este último antepone y defiende los privilegios de grupo en contra de los generales de la sociedad, lo que genera rechazo y ha sido, sin duda, una de las causas de la crisis de identidad por el peculiar sentimiento de culpa latente, en tanto que el espíritu de cuerpo supone poner los intereses de la profesión al servicio de la colectividad, buscando el mejoramiento profesional y estimulando la ética, favoreciendo así el trasvase entre sociedad y cuerpo, lo que es positivo y necesario.
La crisis médica y judicial es tan grande que basta leer los informes del Defensor del Pueblo. Hasta 1986, el mayor número de denuncias que recibía era contra la actuación de los médicos, pero en su último informe, el señor Ruiz-Giménez expuso que en el último año estas denuncias habían sido superadas por las que recibió contra la actuación judicial. Un análisis profundo de este hecho nos llevaría a preguntarnos, en primer lugar: ¿es que realmente las funciones judicial y médica se han deteriorado tanto? ¿Son realmente nuestra justicia y medicina tercermundistas?
Creo que, evidentemente, hay que mejorar la calidad a través de la recuperación del espíritu de cuerpo, de nuestra actualización y modernización, de la reestructuración de la Universidad y de nuestra propia competitividad, esenciales para nuestro restablecimiento, pero no opino que estemos en fase agónica, ni que sea real tanta mala praxis, con. ser, como es, mucha, ya que una muerte indebida o una injusticia es indudablemente un grave abuso, sino, que los médicos y los jueces hemos tenido el valor de autocriticarnos en búsqueda de nuestra propia identidad, siempre oscilante, y esto no ha sido bien comprendido, sino más bien utilizado contra nosotros.
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