_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Equilibrio

Manuel Vicent

En el otoño de 1986 por el cielo pasaban tordos radiactivos y otras aves igualmente contaminadas cloqueando en su viaje migratorio hacia el Sur y abajo reinaban los socialistas y todo el mundo estaba condenado a ser feliz. Los ricos seguían matando ciervos como si nada., los artistas más elegantes y alcohólicos se habían puesto de parte de la bomba atómica, la cultura oficial apestaba a nardo caliente de García Lorca, la masturbación se había convertido en una de las bellas artes gracias a ciertos virus escapados del Pentágono, los sociólogos sexagenarios compraban bicicletas estáticas, licuadoras aerodinámicas y se teñían el pelo de color corinto para volver a la juventud. En los aeropuertos se cruzaban los intelectuales con la lengua fuera en dirección a las cuatro esquinas del país donde florecían simposios, conferencias, mesas redondas y debates acerca de la nada. Lo último en estética consistía en ser muy millonario y en hacer el ganso.En el otoño de 1986 escuadrillas de tordos radiactivos volaban hacia el Sur y abajo niñas de alta sociedad, ejecutivos, chapistas y dependientes de ultramarinos se dedicaban a bailar sevillanas en los tabladillos que muchos bares habían improvisado. Cualquier idiota quería diseñar algo, todos los desfalcos eran perdonados, un escándalo servía para olvidar otro escándalo y los ciudadanos llevaban en el bolsillo la invitación para un desfile de modas. Nadie podía presumir de moderno si no se hacía un poco homosexual y ninguna cosa era tan villana como fumar negro y hablar de los pobres. La gente votaba, bebía pacharán en público y comía cuellos de pollo en la intimidad, asistía a los conciertos, visitaba exposiciones y se dejaba limpiar el parabrisas del coche en el semáforo como prueba de amor al prójimo. Los jubilados iban en autocares a las Rías Bajas y las amas de casa escondían el. vídeo pornográfico en la cesta de la compra bajo una lechuga. En el otoño de 1986 por el cielo pasaban tordos radiactivos y aquí abajo todo parecía perfecto y a la vez todo estaba a punto de reventar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_