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Musulmanes y cristianos libaneses, unidos en una huelga contra el hambre

El este y el oeste de Beirut serán hoy una sola ciudad, y los musulmanes y los cristianos libaneses, un solo pueblo, merced a la huelga general convocada por la Confederación General de Trabajadores de Líbano (CGTL). Con mucha probabilidad, todas las actividades civiles, que no las militares, se paralizarán, porque todas las confesiones religiosas y grupos sociales sufren la feroz crisis económica que motiva la huelga. Tras 12 años de múltiples guerras, sólo en los últimos meses Líbano ha comenzado a conocer la pobreza.

Husein Mokalet tiene 43 años y es vecino de la localidad surlibanesa de Arab Salim. El pasado 24 de noviembre, sus 11 hijos salieron fotografiados en el diario beirutí An Nahar, con un texto que anunciaba que estaban en venta. Mokaled prometía un "buen precio" e invitaba a los interesados a visitar su aldea. La iniciativa no era original. Hacía 10 días, un vendedor ambulante de Trípoli, también al sur de Líbano, Ahmed ben Tauach, había puesto a la venta a sus ocho hijos por el mismo procedimiento. Tuvo suerte. Recibió tres ofertas de adopción de personas adineradas de países árabes del golfo Pérsico.Mokaled explicó que su ruina procede de la destrucción de su granja por los israelíes durante el período que ocuparon Arab Salim, entre 1982 y 1984. El hombre de Trípoli se remitió tan sólo a la crisis económica que, finalmente, ha alcanzado Líbano.

La caída vertiginosa de la libra libanesa, la subida disparatada de los precios, la carestía de numerosos productos básicos, la ausencia de otros empleos que los ofrecidos por las milicias, han desplazado de las conversaciones libanesas a bombardeos, atentados y batallas. Es lo que la gente llama "el hambre".

Es un fenómeno reciente. Líbano había soportado bastante bien los 11 años anteriores de guerras. Su moneda se mantenía fuerte y el ingenio nacional había convertido al país en el más surtido y barato supermercado de Oriente Próximo. La gente moría por el plomo y el fuego, pero rara vez con el estómago vacío.

La huelga general convocada para hoy es, según el secretario general de la CGTL, "una advertencia a la política socioeconómica del Estado". Las palabras de Habib Zeidam son extrañas. Es la ausencia de Estado lo que ha terminado por arruinar el país.

A comienzos de este año un dólar se cambiaba a 18 libras libanesas. La pasada semana, a 64. Nadie tiene una explicación redonda para una caída tan en picado. Se habla de que la salida forzosa de la Organización para la Liberación de Palestina, en 1982, privó a Líbano de los cientos de millones de dólares que anualmente gastaba la central palestina. Las remesas en divisas extranjeras enviadas por libaneses emigrados han disminuido vertiginosamente. Han perdido la confianza en la recuperación de su patria.

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El grupo Linces Negros-Fuerzas del Pueblo tiene su propia explicación y su propio método de lucha. El pasado 19 de noviembre reivindicó el lanzamiento de un cohete tipo RPG contra la sede del Banco Central de Líbano. El proyectil alcanzó el sexto piso, donde tiene su despacho el gobernador de la entidad.

Comités populares

Esta vez la reacción no es sólo armada. En el este y el oeste de Beirut hay un nuevo movimiento de masas, el agrupado en los llamados Comités Populares de Lucha contra el Hambre.Líbano importa el 95% de lo qué consume y la depreciación de su moneda está teniendo consecuencias dramáticas para sus habitantes. Según cálculos fiables, la tasa de inflación en lo que va de año es, como mínimo, del 106%. El salario mínimo es de 2.250 libras, en la actualidad unas 5.000 pesetas mensuales. Se propone la restauración de la sopa popular, como durante la I Guerra Mundial.

Los comités populares actúan a ambos lados de la línea verde. Trabajadores, amas de casa y estudiantes se desgañitan por las calles de Beirut oeste contra la "carestía y el acaparamiento". En el lado cristiano, una marcha llegó el pasado 24 de noviembre hasta el domicilio particular del ministro de Hacienda, Camille Chamun. La esperaban tanquetas y ametralladoras.

La Prensa beirutí habla de "la revuelta de los hambrientos". Indignados grupos de vecinos cierran a la fuerza supermercados, panaderías y farmacias que, en su opinión, han elevado los precios de forma desmesurada. Manos anónimas adoptan otros sistemas y no hay día que la sección Taits et mefaits' del diario L'Orient-Le Jour no dé cuenta de la explosión de cargas de dinamita en comercios y bancos a lo largo y ancho de todo el país.

En Hamra, los Campos Elíseos beuritíes de antes de la guerra, se ven por las noches sombras que registran las basuras. Buscan, pura y simplemente, algo para comer.

La falta de combustible y la escasez de trigo y harina han causado el pánico respecto al pan. La víspera de la celebración del 43ª aniversario de la independencia libanesa, las panaderías del país fueron asaltadas por muchedumbres desesperadas. Los panaderos aseguraron que no reciben harina al precio subvencionado y que, por tanto, tienen que comprarla en el mercado negro y encarecer sus precios.

Sidón y sus alrededores sufren especialmente la carestía de los productos básicos. Con tremendos combates a su alrededor, sus habitantes no tienen ni luz eléctrica desde que, el pasado octubre, un avión israelí fue derribado durante un ataque a un campamento de refugiados palestinos. La caída del aparato destrozó los cables de alta tensión de la zona. Mientras fedayin y milicianos de Amal continúen matándose por allí, nadie quiere ir a repararlos.

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