"Bien está lo que bien acaba"
Si un ciudadano de Minnesota hubiera conocido la decisión del pleno de la Audiencia Territorial de Barcelona de exculpar al señor Jordi Pujol en el caso de Banca Catalana, lo primero que se le habría ocurrido sería pensar que no resulta fácil que un banco haya llegado a tener un agujero de 350.000 millones de pesetas y no tengan responsabilidad los consejeros del mismo, y que todo lo que puede haber existido sea alguna que otra irregularidad administrativa.Lo segundo que podría haber pensado, y tampoco entender del todo, es por qué en un sistema de libre empresa el Estado intervino poniendo estos 350.000 millones de pesetas, que de alguna forma, y aunque fuese una pequeña parte, salían de su bolsillo.
Si, para colmo, hubiera leído las declaraciones del señor Roca en el sentido de que "ahora es a otros a quienes corresponde demostrar la honestidad .de sus intenciones a lo largo de estos años, en los que han manipulado e instrumentalizado el tema Banca Catalana para poner en duda, inútilmente, la honestidad del señor Pujol", no creería lo que estaba leyendo.
Otros bancos en crisis
Si se le ocurriera leer las declaraciones del señor Termes, presidente de la Asociación Española de Banca, en el sentido de que "en otros bancos en crisis no ha habido procesamientos, e incluso con peor gestión y actuaciones que en la Banca Catalana", tendría que restregarse los ojos para creérselo, además de afirmar que no es verdad, ya que en otros casos, y de mucha menos importancia, ha habido en el tema de la crisis bancaria bastantes procesamientos. Si además recuerda que en su país, modelo de eficacia y sistema para los propios señores Pujol y Roca, se les puede poner una multa de 100 millones de dólares al señor Boesky y casi terminar con él, muy posiblemente, en la cárcel por el simple hecho de que dicho señor hacía operaciones en Bolsa -por otra parte, con gran éxito y sin costarle dinero al contribuyente- utilizando información confidencial en sus adquisiciones; si se acuerda, además, del señor Spiro Agnew, su antiguo vicepresidente, por poner un ejemplo, y tiene la desgracia de leer que el señor Pujol felicita al pueblo catalán porque finalmente su presidente, la Generalitat y toda Cataluña se liberan de una gran presión, que ha durado dos años y medio, nos imaginamos que recurriría el castizo dicho, aunque lo desconozca, de "apaga y vámonos".
Cuestión sutil
Si el lector fuera, sin embargo, miembro de la comunidad autónoma de Castilla y León y ve cómo se procesa al señor Demetrio Madrid por una cuestión tan sutil como la venta presuntamente fraudulenta de su empresa a un tercero; o si fuera andaluz, y recuerda al señor Ruiz-Mateos, aunque hayan sido tantas las simplezas que ha dicho a raíz de su caída que si no se le hubiera procesado por otras razones habría que haberlo hecho por memo y estúpido, sin que olvidemos que como empresario, a buen seguro, fue más capaz, creó mayor- riqueza y empleo que los consejeros de la Banca Catalana, no cabe la menor duda de que se sentiría, como ciudadano de esas comunidades, algo acogotado e impresionado, y con una duda importante abriéndose paso en su pequeño corazón autonómico de casi ciudadano de segunda, y es la de que si el señor Pujol hubierá tenido la desgracia de ser consejero de la Banca Castellana o la Banca Andaluza, entidades que afortunadamente no existen, y se hubiera producido en ellas un agujero de esa importancia, el pleno de la Audiencia correspondiente hubiera, quizá, tardado algún tiempo más en tomar las mismas decisiones de exculpación.
La honorabilidad
Recordando aquello de que bueno es lo que bien acaba, imagino que todos nos congratulamos de que al final la honorábilidad del honorable haya resplandecido. También es verdad, como se decía en el editorial del 22 de noviembre de este mismo periódico, que habrá que hacer un esfuerzo colectivo para disipar esta difusa sensación de que la politización de los casos puede redundar en perjuicio de los encausados, pero también en beneficio de los mismos, sobre todo habría que añadir, aunque sea a título personal, si se tiene la suficiente fuerza política. A todos, no obstante, nos debe embargar una cierta tristeza de pensar, como muy lúcidamente dijo en su día Jordi Solé Tura, que el tema de la responsabilidad o no del señor Pujol se ha presentado por él y su partido como un procesamiento a Cataluña.
Cierto es que, al fin y al cabo, la cuestión era tan espinosa que en el fondo casi todos nos hemos sentido aliviados por la decisión de la Audiencia de Barcelona, dado el cariz que empezaba a tomar este asunto, y nos sentimos satisfechos de que al final se resuelva positivamente un contencioso que podría haber tenido graves consecuencias para el país y la estabilidad de las instituciones.
Todo ello merecía dejar bien al señor Pujol. Por el contrario, una vez finalizada la cuestión jurídica hay que decir que la politización efectuada por el señor Pujol, el señor Roca y su partido de este tema, sus osadas y provocativas declaraciones, la puesta en entredicho de la imparcialidad de los fiscales y del propio Gobierno en la tramitación de todo este asunto no puede por menos que dejamos un amargo sabor de boca.
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