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MÚSICA CLÁSICA

Tomás Marco, en Metz

ENVIADO ESPECIALEntre el 20 y el 30 de noviembre se celebra en Metz, la capital del Mosela, la 15ª edición de los Rencontres Internacionales de Musique Contemporaine, que dirige el compositor Claude Lefevre. No es raro que, junto a una amplia asistencia de público, se haya concentrado en la villa lorenesa un número de críticos y corresponsales extraordinariamente crecido, pues se ofrecen nada menos que 15 primeras audiciones mundiales y media docena de primeras en Francia.

La ocasión es buena para pulsar la música de nuestro tiempo, la larga creación contemporánea que, como decía con gracia un comentarisla galo, "no muerde", tal como hace presumir la actitud de tanto genio de la interpretacíón y la organización como anda suelto por el mundo.

Con Aldo Brizzi, Girolamo Arrigo y Giacinto Scelsi (Italia); Karlheiriz Stockhausen y Volker Heyn (Alemania Occidental); Michael Levinas, Frangois Pinot y Lefevre (Francia); José Luis Campana y Mauricio Kagel (Argentina); Marek Kopelent (Checoslovaquia); Ivo Malec (Yugoslavia); lannis Xenakis (GreciaRumanía); Michel Tabachnik (Suiza); Steve Reich (EE UU); De Vries y De Leeuw (Holanda), el español Tomás Marco (Madrid, 1942) ha obtenido un triunfo muy destacado con Pulsar, escrita por encargo del Centro Europeo de la Recherche Musicale y estrenada el sábado por la Orquesta de Cámara de la Radio Holandesa, bajo la dirección de David Porcelijn.

Pulsación e hipnotismo

Insiste Tomás Marco en una línea cultivada desde sus años jóvenes: el trabajo sobre un material sencillo, siempre igual y siempre cambiante que, por cierto, nada tiene que ver con lo repetitivo. Mejor diría que se trata de una actitud contraria, pues lo repetitivo se basa en la elementalidad y, la pieza de marca supone un ejercicio intelectual en su abstracción y su expresividad. Sobre la pulsación insistente, regular, en la orquesta se suceden acontecimientos sonoros muy varios y el conjunto entero se inscribe dentro de una distanciación hipnótica. Valor éste que se da en muchas partituras -aunque rara vez queda evidenciado por los intérpretes-, y para empezar habría que citar el Bolero, de Ravel; Pelleas y Melisende, de Claudio Debussy; buena parte de Ariadna y Barba Azul, de Dukas, y largas secuencias de La vida breve, habitualmente falseada por un realismo que sólo en las danzas queda verdaderamente justificado.En el fondo, Pulsar, que el autor relaciona con el ritmo de las esferas, esconde una estructura tripartita en la que las secciones extremas se desarrollan sobre una suerte de ostinato (que así actúa la pulsación), en tanto las combinaciortes armónico-tímbricas crean una atmósfera en la que el quietismo, la perspectiva y la transformación son constantes. El éxito de público y los comentarios de tanto asistente especializado situaron el estreno español entre lo más interesante y diferenciado de los programas, que, a razón de tres, han dado cada dia el testimonio y el pulso de la música actual. Antes y después de la obra de Marco pudimos escuchar las creaciones francesas de Refrains, de KIaas de Vries (Terneuzen, 1944), y de Invocations, de Ton de Leeuw (Rotterdam, 1926); la primera, para dos pianos y orquesta (1973), supera el serialismo por una vía que tiene algo de Stravinski en su etapa final puesta al servicio de una intencionalídad abstracta y en algo funeral; la segunda, para coros y orquesta, idealiza textos de diversos salmos en una bella fusión de viejos modos y lenguaje de hoy.

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