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Tribuna:LA CAMPAÑA DE LAS ELECCIONES VASCAS
Tribuna
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Apólogo de la guerra del cerdo

Hace muchos años, en una casita junto al bosque vivían tres cerditos, a quienes las frecuentes incursiones de los lobos tenían atemorizados.-Yo defenderé nuestra casa de los lobos -dijo un día el menor a sus hermanos-, me enfrentaré con ellos y les venceré.

-Los lobos tienen garras y colmillos poderosos -contestó el mayor-, mientras que tus pezuñas y hociquito no pueden hacer daño a nadie.

-Los lobos se deslizan con sigilo, sin ser vistos -dijo el mediano-, mientras que tu piel sonrosada te delata.

Pero el joven cerdito no estaba dispuesto a renunciar ante la primera dificultad. - Adentrándose en el bosque, pidió al espino que le prestara sus temibles aguijones, y al carbón, que le proporcionara su negrura. Cuando regresó a casa, sus hermanos le dijeron: "Vas armado como un lobo y pareces un lobo, pero sigues siendo un cerdito. Con tu buen corazón no podrás enfrentarte a seres tan crueles".

Decidido a todo como estaba, el cerdito que quería vencer a los lobos se dirigió a la gran roca y le pidió que le prestara un poco de dureza para ponerla en su corazón. Luego marchó en busca de los lobos; se enfrentó a ellos y probó la sangre. Andando el tiempo, llegó a convertirse en una fiera temida no sólo por los lobos, sino también por los otros animales del bosque.

Cuando un día volvió a su antigua casa, al ver sus hermanos la llama de crueldad que centelleaba en sus ojos huyeron aterrorizados, gritando: "No puede ser nuestro hermano; es el lobo más feroz que nunca hayamos visto"

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Esta es una historia muy triste, y lo peor es que no conocemos bien su final. Según cuentan, el lobo que primero fue cerdito ha sido visto alguna vez merodeando entre las ruinas de lo que fue su casa, con las patas rojas de la sangre de sus hermanos. Y dicen que de noche se le oye decir entre aullidos: "Yo salvaré de los lobos a todos mis hermanos".

Durante los años de dictadura, muchos vascos llegaron a sentir especial recelo de la policía, el Ejército, la Prensa y televisión españoles, cuya actividad identificaban con la represión y la mentira. Luego sucedió la historia del hermano pequeño que probó la sangre y se convirtió en fiera. Sus actos crecían paradójicamente en crueldad después de desaparecida la dictadura, cuando los vascos recuperábamos la libertad de expresión, cuando podíamos ya asociarnos y elegir nuestros representantes, nos dotábamos de un estatuto, legislábamos y podíamos decidir el destino de la mayor parte de nuestros recursos. En todo este tiempo, nuestro hermano siempre encontraba motivos para salvarnos matando y matando.

Al principio era dificil reconocer en nuestro hermano el monstruo que habíamos ayudado a crear; sobre todo cuando volvía de sus incursiones herido o torturado, veíamos en él una víctima más que el verdugo en que se estaba convirtiendo. Además, por mucho que nos distanciásemos de sus crímenes, ¿cómo enfrentarnos a él abiertamente sin convertirnos por el mismo hecho en seguidores de aquellos otros verdugos, cuyos rostros todavía podemos reconocer en algunos de los hombres a los que el Gobierno conflia la defensa de la democracia? Porque, si bien la dictadura terminó hace una década, algunos de sus aspectos más lamentables subsisten enquistados en nuestra época como fantasmas de otros tiempos. La bomba, el tiro en la nuca, la tortura, las leyes especiales se realimentan y justifican mutuamente, como muertos vivientes que se niegan a ser enterrados y siguen reproduciendo la muerte y el dolor no sólo entre los suyos, sino, cada vez más, alcanzando directa o indirectamente al resto de la sociedad. El resultado de todo ello es la inhibición, la falta de reacción civil, el no saber qué hacer, el silencio y el miedo sobre todo el miedo a verse socialmente señalado e implicado.

Muestra de ese clima es la reacción de los más allegados a las víctimas, quienes suelen decir de los asesinos que se han equivocado, que han perdido el norte, que ellos no habían recibido amenazas; incluso les piden pruebas...

Cambio

En los últimos tiempos, sin embargo, algo puede estar empezando a cambiar. Sea porque crímenes como el de Yoyes colmaron el vaso, sea porque las barbaridades de unos no se han visto respondidas por mayores barbaridades de los otros. Lo cierto es que han aparecido en ciudadanos corrientes, sobre todo adolescentes, actitudes de rechazo radical y público de la violencia; actitudes que pueden suponer un comienzo de cambio en la tendencia de la sociedad vasca a dejarse suplantar en su voluntad democrática por las armas de una minoría.

Aquella terrible historia puede tener todavía otro final. Después de todo, el lobo que primero fue cerdito se pasearía por los pueblos recibiendo de los vecinos unas perras para vino, mientras recordaba sus glorias pasadas y el terror que entonces provocaba. Un cuento de miedo, que algún ama de cría gallega usaría para asustar a los niños.

José Luis Zaibide es experto en informática y miembro de la Asociación Pro Derechos Humanos del País Vasco.

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