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Los problemas del Plan Cruzado

El Plan Cruzado, versión brasileña del Plan Austral argentino, ha tropezado a sus ocho meses de vida con severas dificultades. Al igual que en Argentina, fue recibido excepcionalmente por la población -a los ciudadanos que denunciaban los sobreprecios se los tenía por los fiscales de Sarney-, pero, a diferencia de su vecino, Brasil afronta una economía más rica, más complicada, carece de una mayoritaria clase media y cuenta con bolsones de pobreza inimaginables al sur del Río de la Plata.El cruzado, sustituto del cruceiro, no ha logrado mantener su cotización frente al dólar negro y ha retrocedido hasta límites especulativos: un dólar por 14 cruzados en el mercado oficial y un dólar por 28 cruzados en el mercado paralelo. La reducción de la inflación elevó la capacidad salarial hasta un 30%, provocando el des abastecimiento interno. Falta carne de res, queso y medicamentos. Lograr una modesta hamburguesa en un hotel céntrico de Río de Janeiro puede obligar a secretas e innecesarias aventuras de Rocambole.

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El 20% anual de inflación, ya con el nuevo plan económico, se alcanzará en febrero, con lo que será necesario reajustar los salarios. El precio del dinero ya se encuentra en el 65% de interés anual para la captación y en el 120% anual para el préstamo.

Este ha sido el caballo de batalla de las elecciones brasileñas de ayer, aunque pocos se atreven a descalificar completamente la economía de guerra dictada por el Gobierno.

El país hace ocho meses se encontraba a las doce menos cinco de una hipotética huelga general, y de que nuevamente los desposeídos de la tierra, pobladores de las grandes ciudades -particularmente los de los espantosos cinturones industriales de Sâo Paulo-, tomaran por asalto los supermercados en procura de alimentos, obligando al Ejército a proteger los cascos urbanos. Esa posibilidad se ha conjurado.

El Plan Cruzado, con todos sus fallos, ha permitido, cuando menos, estas elecciones de ayer.

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