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Tribuna:TRAS EL CONGRESO DE LOS RADICALES ITALIANOS
Tribuna
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El porvenir deI partido de los distintos

Para entender el radicalismo italiano de hoy, ante todo hay que olvidarse de lo que son los partidos radicales europeos (y, obviamente, del significado del término radical en Estados Unidos, donde es sinónimo de "el que va hasta la raíz, hasta el fondo"; nosotros diríamos extremo o extremista). El radicalismo europeo, en cambio, fue una versión izquierdista del pensamiento liberal y derechista del pensamiento progresista: una encrucijada con una larga historia que gravita hacia el centro democrático y que evoca imágenes dignas y un poco polvorientas. El italiano fue un radicalismo de grandes intelectuales apasionados en la denuncia de los grandes atrasos históricos del país, de republicanos y de defensores de los derechos civiles incompatibles con el fascismo, como Ernesto Rossi y, antes que él, los grandes meridionalistas que vivieron a caballo del siglo, como Guido Dorso y Gaetano Salvemini.Después de la guerra, esta tradición actuó no sólo como fustigadora de las corruptelas de gobierno democristiano-clericales, sino también como catalizadora de un grupo de presión que pretendía un capitalismo moderno, laico, convertido a la Constitución, anticlerical y antimarxista, como creo que existe en todas las democracias tardías, en las que insufla inquietudes modernizadoras asumidas a duras penas. Fue el grupo de los amigos de Il Mondo, semanario que luego se convirtió en L'Espresso y acabó, cambiados sus protagonistas, en el diario La Repubblica. Las vicisitudes de su director, Eugenio Scalfari -del grupo de Il Mondo a Comunità, y de éste, a los socialistas y luego independiente-, ilustra bien este recorrido.

Marco Pannella representa la continuidad y la ruptura de esta historia paradigmática. Antiguo dirigente estudiantil, de los amigos de Il Mondo, heredó una aguda perspectiva sobre las degeneraciones partidista-repartidoras (en Italia se dice parceladora) del poder, así como las infranqueables fronteras anticlerical y anticomunista y la indiferencia hacia los grandes movimientos sociales clásicos. Para él, el obrero no es ni siquiera un concepto, y el marxismo ni siquiera lo roza. Se halla inmerso en la esfera política de lo que es eterna mala conciencia. Denuncia su homologación, sus reglas secretas de juego y la transformación de los políticos en capa privilegiada. De ese modo resulta difícil situarlo en la derecha, en el centro o en la izquierda: Pannella habla en el congreso del neofascista MSI porque lo considera menos homologado que los demás partidos, sin por ello sentir la mínima simpatía por el fascismo, o bien en el del PCI, invocándolo a pesar de que lo deteste y lo cubra de improbables acusaciones, como la de ser cómplice de la derechísima logia P-2. La verdad es que sus principales enemigos son la Democracia Cristiana y los comunistas, las dos grandes fuerzas rivales y, por motivos opuestos, no intrínsecas a la tradición democrático-liberal.

En la época de la unidad nacional, los radicales de Marco Pannella prosperaron. ¿Por qué? Porque representaron a los minoritarios contra una sociedad cerrada y un Estado sin conflicto, y luego, porque asumieron la defensa de los nuevos derechos de la persona descubiertos por el movimiento de 1968, persona que se rebela al acatamiento del orden político y de los media; el distinto, el marginado, el perseguido por disidente, por transgresor, por ser otro. El nuevo feminismo, después de permanecer en la izquierda, por un momento se hizo radical. El Movimiento de Liberación de la Mujer (MLD) fue su apéndice interiorexterior, porque los radicales facilitan adhesiones articuladas a las que no exigen disciplina. Pannella dirigió las batallas por el divorcio, arrastrando al frente laico, y por la despenalización del aborto, facilitando el acuerdo sobre una ley que da a la mujer el derecho de decidir, pero también (cosa que a los radicales no interesa) la cobertura de la seguridad Social.

Igual que en el caso de las mujeres, el Partido Radical italiano se convirtió en vehículo y portavoz de los distintos, desde los disminuidos fisicos hasta los homosexuales, pasando por los fumadores de droga y los ecologistas. De ellos recogía sus problemas, los planteaba y luego los sometía a la ducha escocesa de la primacía radical, con las consiguientes tragedias y separaciones, pero, mientras tanto, habían dispuesto de una tribuna; luego se organizaban por su cuenta, ya legitimados ante la opinión y sus necesidades, al menos en parte, asumidas por el Estado y otras fuerzas.

'Hambre en el mundo'

De los distintos, Pannella pasó rápidamente al hambre en el mundo, para lo cual se alió con los odiados democristianos (no sin ingenuidad, ya que las ayudas al Tercer Mundo son también un gran negocio). Pannella, como un nuevo Gandhi, hizo un largo ayuno. Por lo demás, característica de su partido son las formas de lucha, siempre pacíficas y siempre transgresoras, no violentas y desacralizadoras. Italia se quedó aterrada cuando, habiendo conseguido por fin 10 minutos en televisión, Pannella y dos de sus compañeros aparecieron amordazados, inmóviles y mudos: fueron 10 minutos eternos en los que la RAI no supo qué decir.

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"No aceptaremos vuestras migajas", gritan los radicales al sistema político. Como el niño de la fábula de Andersen, su papel es exclamar: "Pero si el emperador está desnudo", mientras todos, hipócritamente, se congratulan por su elegancia. No es casualidad su poco interés en votar en la Cámara, donde, cuando les es posible, practican el obstruccionismo o plantean cuestiones de procedimiento que vuelven loca a su presidenta, Nilde Jotti. Son batallas que siempre pierden; y siempre dimiten en masa, y sus dimisiones siempre son rechazadas por la Asamblea. Carismático, polémico hasta la mentira en la visión demiúrgica que tiene de sí mismo, Pannella ha sido acusado muchas veces de farolear, y lo suyo es el farol, pero cargado de significados cultos y plebeyos, moralistas y burlescos, pero es un juego que deja su sefial. Tanto es así que los radicales no legislan a través de la Cámara, lo cual implica laboriosos, y para ellos abominables, acuerdos; legislan por medio del referéndum, llamando cada seis meses al país a decir sí o no acerca de cuestiones decisivas.

Los acusados

La última batalla radical fue por los derechos de los acusados en los procesos, cuestionados por las leyes de excepción. Más que en la defensa de los políticos (Pannella hizo elegir al dirigente de los autónomos Antonio Negri, pero pronto se separaron), los radicales se batieron en defensa del ciudadano no necesariamente malo, abusivamente atrapado en el mecanismo judicial. En efecto, los arrepentidos y los favores de que disfrutan hoy en Italia han multiplicado las acusaciones en los juegos entrelazados de las viejas y nuevas Mafias y Camorras. Última víctima de este juego fue un conocido presentador de la televisión, acusado de tráfico de drogas por un tipo muy dudoso. Pannella lo eligió presidente del partido mientras estaba sometido a un proceso infamante, y fue declarado inocente.

El que fue partido de los distintos, en su último congreso alinea figuras menos variopintas pero tenaces y defensoras de los derechos individuales contra el sistema de partidos, hasta el punto de que el Partido Radical italiano propone como extrema protesta su propia disolución. Pero este suicidio se celebra ante todos los representantes de los partidos y del Gobierno, alineados en la sala y que suplican, micrófono en ristre: "No, no. Seguid existiendo". Sea o no una maniobra para coagular a su alrededor al polo laico, se disuelva o no como partido, el radicalismo de Marco Pannella renacerá como un ave Fénix en forma de movimiento, de grupo de presión o de cualquier otra cosa. Eterno perturbador de la quietud y sin veleidades revolucionarias, el establishment lo detesta y lo reconoce como suyo, y nunca se librará de él mientras sea lo que es. Se admiten apuestas.

Traducción: Ángel Sánchez-Gijón.

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