Cúpulas
Con una cúpula, la de Brunelleschi, empezó el Renacimiento. Las cúpulas imposibles, labérínticas y carcelarias de Piranesi disuelven el Barroco y conmueven los cimientos racionalistas de la Ilustración. La cúpula que adorna el Chrysler Building proclama con exactitud cronométrica (1930) el fin de la Era de la Producción, y las geodésicas de Fuller todavía son un excelente trailer del agobiante futuro. Siempre hay una cúpula coronando los proyectos con pretensiones históricas. Seguramente por esa geometría esferoide que siempre simbolizó perfección, totalidad e infinitud. El hombre en estado paradisiaco, para Platón, no sólo era un tipo que copulaba consigo mismo, andrógino. Además tenía diseño de cúpula.Algo gordo traman estos días nuestros socialistas. De repente se han puesto a reformar toda clase de cúpulas con más entusiasmo que Brunelleschi. Cúpulas militares, cúpulas policiales, cúpulas televisuales, cúpulas judiciales, cúpulas autonómicas; incluso ayudan para que no se desmorone la muy resquebrajada cúpula gótica de la derecha. Me desconcierta tanto trajín cupular. ¿Quiere decir que sólo nos falta cubrir con semiesferas los altos edificios del Estado para la normalidad histórica? ¿Se trata de un proyecto que anuncia una nueva era? ¿Es marquetería o ingeniería? ¿Son cúpulas definitivas o tan provisionales como las que hasta ahora nos atecharon? Sospecho que nos hemos equivocado de metáfora arquitectónica. Observo atentamente esos rígidos organigramas militares, policiales, televisuales y administrativos que la Prensa reproduce esta semana, y no entiendo cómo rayos es posible colocar una cúpula, una semiesfera, encima del puntiagudo vértice de las pirámides escalonadas. Excepto que se inviertan las monumentales pirámides del Estado, con la punta en el suelo y la base en alto. Pero está demostrado que esa vieja utopía socialista carece de equilibrío. Mucho me temo que la bella cúpula sea un techo imposible para tan pronunciadas cúspides. Me conformo con tejado a cuatro aguas y mucho canalón.
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