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LA REVOLUCIÓN CONSERVADORA, EN APUROS

La derrota sufrida por los republicanos abre la carrera por la sucesión de Reagan

Francisco G. Basterra

La derrota política sufrida por Ronald Reagan, al perder el control del Senado, que pasa a manos de los demócratas, dificultará su labor en los dos años que le quedan de presidencia y limitará su capacidad de acción en su política hacia Nicaragua o en la polémica cuestión de la guerra de las galaxias. Para algunos observadores, lo ocurrido señala el comienzo del fin de la revolución conservadora que inició el presidente tras su elección en 1980.

La carrera por el posreaganismo comenzó nada más conocerse los resultados en la madrugada del miércoles.Ronald Reagan, en su primera reacción pública, afirmó ayer que está dispuesto a "completar la revolución" que inició en 1981. El presidente, que explicó que la derrota en el Senado está compensada por el éxito logrado en las elecciones a gobernadores, prometió cumplir su programa político, -"aunque, tengamos que variar las tácticas", dijo- para lograr un país más próspero y más competitivo y, en política exterior, una paz basada en la fortaleza del poderío militar norteamericano.

Reagan dejó claro que su Administración continuará adelante con la Inciativa de Defensa Estratégica (SDI).

La Casa Blanca y el propio presidente trataron de minimizar ayer las consecuencias de la recuperación del control del Congreso por el Partido Demócrata. Para éste, derrotado en cuatro de las cinco últimas elecciones presidenciales, los resultados de los comicios del martes suponen una inyección psicológica importante, el fin de la travesía política del desierto. Es el comienzo de la vuelta a la Casa Blanca, afirman los demócratas. Sin embargo, Reagan, que sigue siendo un presidente muy popular -y su Partido Republicano ha obtenido victorias importantes en los gobiernos de los Estados, muy útiles a la hora de preparar su plataforma para las presidenciales- no tendrá enfrente a un Senado ideológicamente liberal, sino moderadamente centrista. Cuenta con el derecho de veto ante un Legislativo que quiera imponerle sus criterios, y sería prematuro considerar ya a Reagan un presidente interino.

A Reagan le ha ocurrido lo que ya les pasó antes a Harry Truman, Dwight Eisenhower o Richard Nixon. El complejo equilibrio de poderes del sistema político norteamericano convierte en algo normal el hecho de que la Casa Blanca esté en poder de un partido y el Congreso en manos de la oposición. Cuando era gobernador de California, Reagan ya gobernó con un Legislativo de signo contrario. Pero esta vez Reagan había empeñado su prestigio en una campaña por todo el país a favor de los republicanos. A pesar de que los últimos datos económicos no hacen prever una recesión, los votantes han dado la espalda al presidente. Este hecho demuestra que la popularidad no se corresponde con la aprobación de muchas de sus políticas concretas.

Vulnerabilidad electoral

La confirmación de que el presidente es electoralmente vulnerable altera el panorama político y abre el debate sobre sus sucesores. El speaker (presidente) saliente de la Cámara de Representantes, Tip O'Neil, fue tajante: "Esto es el fin de la revolución Reagan". El nuevo líder de la mayoría en el Senado, el demócrata Robert Byrd, se mostró, sin embargo, muy conciliador. "No queremos la confrontación con el presidente", dijo, y ofreció una política de consenso. El vicepresidente, George Bush, que también aspira a suceder a Reagan, admitió que la pérdida del Senado complicará la ofensiva presidencial en los dos próximos años. "Pero no queremos al presidente a la defensiva", dijo.El control del Senado supone una plataforma para demócratas con ambiciones presidenciales y la pérdida de la misma para uno de los aspirantes republicanos, el hasta ahora líder de la mayoría Robert Dole. Para el senador demócrata Joseph Biden, uno de los jóvenes cachorros demócratas para 1988, el presidente tiene que bajar de su olimpo, abandonar la retórica y decir: "Hablemos del rearme, negociemos la Iniciativa de Defensa Estratégica". Esta derrota quiebra en cierta medida la imagen del gran comunicador, al que le basta conectar con el pueblo, por encima del Congreso.

En materia de política interior, los demócratas controlarán el comité de Justicia, que debe ratificar los nombramientos de jueces para el Tribunal Supremo, instrumento clave de esta Administración para concretar su agenda conservadora, en materia de aborto y otras cuestiones de moral civil y derechos ciudadanos. Difícilmente podrá el presidente, en lo que le queda de mandato, plasmar en legislación los proyectos de su revolución conservadora que no haya sacado ya adelante.

La juventud se quedó en casa

Las elecciones han probado también que Reagan, a pesar de su gran personalidad e influencia, no ha logrado provocar un nuevo reequilibrio en la política norteamericana convirtiendo al Partido Republicano en la primera formación política del país. La juventud se ha quedado en casa y no ha votado a los candidatos republicanos.El sur, tradicionalmente demócrata, y donde el reaganismo había hecho desde 1980 avances considerados históricos, ya no es tan republicano.

El Medio Oeste conservador y agrícola, castigado por la crisis de la agricultura, ha dado la espalda a Reagan, cuyos candidatos al Senado fueron derrotados en las dos Dakotas. Y, por último, el Oeste, su tierra, ya no lo es tanto.

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