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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El Estado del Vaticano

A propósito de la noticia aparecida en ese diario (véase EL PAÍS del 24 de octubre) sobre la llamada hecha a los católicos por una comisión de cardenales acerca de "la necesidad urgente de una mayor ayuda" al Vaticano, causa asombro el que los príncipes de la Iglesia católica expliquen que los fieles deben ayudar al Papa, primero, "por amor filial hacia la Iglesia", y segundo, "como respuesta a un auténtico deber cristiano".Alegar tales motivos ¿no es una sutil manera de coaccionar espiritualmente la conciencia de los fieles? ¿No creen los eminentísimos señores que el auténtico deber de un cristiano es más bien hacer caso omiso de su urgente llamada? Si los papas, en contra de la voluntad de Jesús, jugaron en el pasado a ser emperadores, a ser como dioses y a dominar Estados, propios igual o peor que lo hacían los monarcas absolutistas, los actuales problemas derivados de las megalomanías pontificias del pasado han de ser resueltos exclusivamente por quienes de aquellos tiempos de vacas gordas y gloriosas han heredado poder, honor y gloria, ciertamente, pero también vacas crecientemente flacas, aunque todavía gloriosas. Fue Pablo VI el que reconoció que la pérdida de los llamados Estados Pontificios constituyó "una bendición del cielo". No hizo nada más que reconocer un gravísimo error del pasado, pero no se daba cuenta de que lo perpetuaba en diferente forma: la existencia del Estado del Vaticano es, sin duda, un gravísimo error actual. ¿No es un deber cristiano exigir -"por amor filial a la Iglesia"- que el Papa pierda el último Estado pontificio que le queda, a saber: el Estado del Vaticano? La pérdida de ese Estado será también una bendición del cielo.

Si el Vaticano, como aseguran los eminentísimos cardenales, ahora "depende exclusivamente de la generosidad de los fieles", ¿no debería el Espíritu Santo mover a esos fieles a ser cada vez menos generosos con el Vaticano, a ver si de una vez por todas, los actuales dirigentes de ese Estado, llamado eufemísticamente: Santa Sede, aprenden a leer los designios de Dios en el signo de la bancarrota?

Los fieles, esos vulgares laicos en la mentalidad de gran parte del clero, ya no pueden ni deben seguir ayudando con su dinero a prolongar una situación que no responde a la verdad del Evangelio, y que, por ello, debería, remorder la conciencia ambigua del jefe de Estado del Vaticano obispo y maestro supremo de la ortodoxia católica. Por amor filial -¿o paternal?- hacia la Iglesia y como respuesta a una auténtica exigencia cristiana, el Papa debe renunciar urgentemente al Vaticano. El Estado del Vaticano debe desaparecer. ¿O no, señores cardenales?-

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