Aplauso solidario a Jesús López Cobos

Cuando Jesús López Cobos apareció el viernes en la escena del Teatro Real, para iniciar la dirección del Réquiem alemán, el público estalló en una ovación mucho más larga de lo habitual. enía un significado: los asiduos de la Nacional quisieron darle un inusitado pero honesto pésame en forma de ovaciones. De alguna manera quería mostrar su solidaridad, después que López Cobos perdiera a su mujer, Karin, tras larga y dura enfermedad. El Réquiem estaba ya programado cuando cabían esperanzas sobre la salvación de Karin; pero ahora adquirió otros acentos.Una batuta la gobierna una mente y la presiona un sentimiento. No es literatura, entonces, encontrar reflejos de una conmoción en el acto técnico de una interpretación. Así, a la calidad cierta y ya conocida con la que López Cobos traduce la dolorida página brahmsiana (hay otros réquiems tan valiosos, ninguno tan doliente) se sumó, en el maestro, el coro, la orquesta, los solistas y el público, un sensible trac emocional.

Cantó como una gloria Edith Wiens, la estupenda soprano canadiense formada en Viena, y dio graves y nobles acentos a su parte el barítono alemán Andreas Schmidt. Mejoró el coro su marca y sirvió la ONE el sonido, la línea, la intimidad y la belleza que el maestro demandaba. Al final sentí que, entre nosotros, no sea hábito lo que en otros medios se hace ante obras como el Réquiem: prescindir del aplauso. Tras los 70 minutos de música funeral y conmovida, Brahms no parece pedir sino el silencio. Que no es tal, pues cada uno prolonga en su interior el estado musical vivido.