Oración
Rezar desune mucho. La oración: siempre fue motivo de discordia, herejía, cisma y sectarismo. Las religiones nacen y se distinguen por las diversas maneras que tienen de charlar con sus dioses, no por la mitología de los orígenes sacros, las versiones que manejan de la idea de eternidad, la naturaleza de sus divinidades o el estilo arquitectónico de sus templos. El Dios aproximadamente es el mismo para Wojtyla, los brujos de las selvas de Togo, Jomeini, el arzobispo de Canterbury, el Dala¡ Lama, Marcel Lefèbvre, el gran jefe de la tribu craw o los Hare-Krishna; lo que cambia son las plegarias, las muy enfrentadas formas de rezo, el lenguaje de las preces.La famosa tregua de Dios oficiada el lunes pasado en Asís estaba de antemano abocada al fracaso. No dudo, líbreme Dios, de la eficacia de la oración para acabar por unas. horas con la guerra, sobre todo con esas guerrillas tan confesionales que le han salido al Tercer Mundo. Dudo seriamente de la liturgia escogida por los monoteístas para convocar y conmover a las alturas. Seamos lógicos. Si de lo que se trataba era de una demostración de fuerza espiritual, lo que se evidenció en la cumbre religiosa de Asís, con ese atronador y pintoresco Babel de rezos, es una desunión aún más insalvable que la de Reikiavik. Si creemos en cosas diversas, es natural que hablemos diferentes lenguajes. Pero no es de recibo tanta confusión de lenguas sagradas cuando el Ser invocado es idéntico, con ligeras variantes gramaticales. Mucho me temo que los rezadores de Asís hayan reinventado la ONU del alma. Todos reconocen la suprema autoridad del secretario general y manifiestan su fe carbonera en la institución celestial, pero en la tribuna de oradores, de orantes, cada cual va por su lado y tira por su credo. Otra cosa es que hubieran aceptado por consenso la fórmula de los místicos españoles del siglo XVI: la única oración posible es el silencio, porque ése es el secreto lenguaje que Dios habla. Claro que con silencios no son posibles las liturgias, es decir, las religiones.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.