Dos millones de personas celebraron por las calles de Nueva York el triunfo de los Mets en béisbol
Cerca de 2.200.000 personas, según datos oficiales, participaron el martes en el desfile organizado en Nueva York para celebrar la victoria de los Mets en los partidos finales de las series mundiales de béisbol. Esta cifra supera las registradas en otras celebraciones históricas de la ciudad, como el recibimiento ofrecido a Charles Lindbergh -el primer piloto que cruzó en solitario el Atlántico en un avión-, la celebración del fin de la II Guerra Mundial, el desfile de los rehenes de Irán o el de los ganadores de las medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
La ciudad estaba el martes enloquecida, y el mercado de valores de Wall Street casi quedó desatendido durante el tiempo que duró el desfile de los Mets, encabezado por el alcalde de la ciudad, Edward Koch, y el gobernador del Estado, Mario Cuomo, sentados sobre un coche modelo Pliantom descapotable de 1952 y seguidos por deceñas de coches en los que se podía ver a los jugadores de los Mets.El desfile, de una milla de recorrido (1.600 metros), se inició en el Battery Park, al sur de la isla de Manhattan, y transcurrió por la avenida de Broadway hasta el Ayuntamiento. Los jugadores, entrenadores y directivos de los Mets, un club fundado hace 25 años en el barrio de Queens, también hicieron todo el recorrido sentados sobre coches descapotables, fuertemente custodiados por policías. Mientras, los equipos autónomos de televisión llevaban las imágenes hasta millones de hogares norteamericanos.
La comitiva dificilmente podía avanzar, en mitad de una lluvia de papeles lanzados desde los rascacielos de esta zona financiera de la ciudad. Enormes tiras de papel procedentes de las impresoras de las computadoras y millones de diminutos papeles extraídos de las máquinas destructoras de documentos -los servicios de limpieza recogieron 550 toneladas de papel- ocultaban el cielo y cubrían el asfalto, mientras gentes de todas las razas, religiones y edades se unían con el grito de: "Let's go, let's go, let's go Mets", equivalente a "¡aúpa, Mets!".
Centenares de personas no pudieron soportar la presión de los aficionados y tuvieron que ser atendidas de desmayos y lipotimias. El resultado final fue de cien heridos, aunque ninguno de gravedad.
Oleadas de gentes ataviadas con los colores azul y naranja de los Mets hacían casi inútiles los esfuerzos políciales por aligerar el paso de, la comitiva. Jesse Orosco, Ray Knight, Roberto Ojeda, Keith Hernández, Gary Carter, Darryl Strawberry, las estrellas, de los Mets, y su entrenador, Dave Johnson, eran tratados como auténticos dioses. Algunos aficionados lograron hacer palmadas con las manos abiertas con sus jugadores preferidos. Era todo un espectáculo.
Perdedores empedernidos
Perdedores empedernidos en sus inicios (más de 100 derrotas en 162 partidos en su primera temporada, la de 1962), los Mets se ganaron inexplicablemente el amor de los aficionados locales, quizá por agradecinúento al retorno de un equipo de la Liga Nacional, tras la huida de los Dodgers y los Giants a California, tres años antes. Algunos creen que los Mets son desde entonces el equipo que mejor identifica al neoyorquino, mucho más ya que los Yankees, que en 1978, cuando ganaron sus últimas Series Mundiales, no consiguieron sacar a la calle ni a la mitad de los aficionados que el martes acudieron al desfile de los Mets. Un periodista de The New York Times comparó a los Yankees con Mozart y a los Mets con Simon & Garfunkel."Los Mets", declaró el alcalde Koch cuando recibió a los jugadgres.en el Ayuntamiento, "han conseguido convertir a la ciudad más importante del mundo en una ciudad unida, familiar, y eso hay que celebrarlo". Poco después entregó las llaves de la ciudad a todos los Miembros del equipo.
La victoria de los Mets sobre los Red Sox de Boston, por un total de cuatro victorias a tres, pasará a la historia del béisbol por su emoción. Ésta es la segunda vez que los Mets ganan las Series Mundiales,sen sólo 25 años de existencia. La primera fue en 1969.
Durante las dos últimas, semanas la victoria de los Mets no parecía posible. Los Red Sox, de Boston, popularmente conocidos como Bosox, dominaron el marcador, y Nueva York estaba enmudecida. Sólo el Empire State, iluminado con los colores azul y naranja, seguía confiando en los muchachos de Queens.
Cuando los Mets lograron el triunfo definitivo, el letrero luminoso de Times Square, en el corazón de Broadway, felicitaba a toda la ciudad, que estaba repleta de puestos ambulantes de camisetas y sombreros con los colores y anagramas de los Mets. Todos se felicitaban cordialmente; incluso los taxistas, que por unas horas convirtieron sus vehículos amarillos en coches azules y naranjas.
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