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LA LIDIA / LAS VENTAS

Grave cogida de Alain Bonijol

El primer novillo le atravesó un muslo al francés Alain Bonijol, que debutaba en Las Ventas después de nueve años de actividad en el amplísimo escalafón de los que hacen méritos. para alcanzar la alternativa. Al parecer, esa actividad ha sido escasa y se le notaba. Como el novillo tenía casta, aún se le notaba más. Los Albaserrada lucian trapío y, además, les bullían los genes con ardor guerrero. Demasiado para principiantes. Un aficionado gritaba, desde el tendido 7, aquello de "¡Choperaaa, estos toros para las figuraaas!".Buenas son las figuraaas. Las figuraaas saben mucho y, si hay toros de casta, no sólo los dejan para quienes nada pueden exigir, sino que ni se acercan a las dehesas donde los ponen a punto. Los que nada pueden exigir no están placeados y lidiar toros de casta se les hace muy cuesta arriba. El francés Bonijol, que es de éstos, ponía voluntad, pero no templaba la embestida vivaz y dura. La mala lidia enseñaba al novillo lo que nunca debió aperender y, en uno de los muletazos, volteó al torero. Ocurrió entonces lo propio en los toros de casta: que, cuando coge, ya no suelta la presa. A Bonijol lo vapuleó en el suelo y, cuando un pitón se encajó en la corva, lo levantó por allí como si fuera un trofeo. Un peón desprendió al torero a puro pulso.

Albaserrada / Bonijol, Lucero, Lara

Novillos del marqués de Albaserrada, con trapío y casta. Alain Bonijol, herido grave por su primero. Román Lucero: dos pinchazos, estocada y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y estocada corta aja (aplausos y saludos); pinchazo y bajonazo escandaloso (división cuando saluda). Pedro Lara: dos pinchazos y media (aplausos y salida al tercio); metisaca bajo, media tendida atravesada y nueve descabellos (protestas); pinchazo y estocada corta baja (silencio). Bonijol sufre comada de 20 centímetros que le atraviesa un muslo, contusiona paquete vásculo-nervioso, con arrancamiento de colaterales, y causa destrozos en músculos abductores.Plaza de Las Ventas, 19 de octubre.

Sangraba abundantemente Bonijol y no quería abandonar el ruedo, pero las asistencias se lo llevaron rápidamente a la enfermería. El público se adelantaba a las barreras, a su paso, para ver lo que llevaba y cundía la consternación. Román Lucero pasaportó con apuros al novillo, pues ya estaba pregonao.

De los restantes dio buena cuenta la acorazada de picar por si acaso. Salvo a un par de ellos, que flojearon, a los otro los despedazaban sus costados traseros abriéndoles enormes boquetes por donde se desangraban. Los dos últimos no soportaron la tunda carnicera y embestían moribudos. En los restantes pudo más la casta y perseguían a los engaños con pertinaz codicia. A veces, también a los engañadores. El segundo volteó a Román Lucero y sobrevino la alarma, pues ya había un torero en el quirófano. El quinto le pegó un pitonazo seco al mismo engañador afortunadamente no profundo.

De los espadas que quedaban en el ruedo, fue precisamente Román Lucero quien puso más arrojo en la pelea. Al segundo Albaserradale sacóalgunos redondos de largo trazo, baja la mano. Al quinto, naturales. Cuando lo creía oportuno, hacía desplantes de rodillas. A la afición no le impresionaban demasiado tales desplantes, pues el toreo es de pie, con la de parar, templar y mandar, y esos cánones pocas veces logró ejecutarlos Román Lucero.

Tampoco los ejecutó Pedro Lara, a pesar de que interpretó con gusto el derechazo a su primero. Ocurría que la nobleza del novillo trascendió al tendido desde los primeros muletazos. Era además de los que salieron flojitos. Y la afición ex¡gía al artista más acabadas muestras de toreo güeno.

Cuando acabó con el último, tras un monótono trasteo, Las Ventas pegaba el cerrojazo y los aficionados se despedían con emoción hasta marzo, que volverá a abrir. Antes, por enero, vendrán las primarias de Valdemorillo y allí estarán los más activos. La acorazada de picar se retiraba a sus cuarteles de invierno, donde los individuos del castoreño velarán armas, cebarán percherones, idearán pérfidos toricidos. La presidencia también se retiraba a los suyos con el propósito de leer el reglamento, por fin si le da tiempo; porque una invernada es corta para tanta y tanta letra.

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