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El estilo de la bicicleta

Es creíble pensar que a un artista que viaja, incluso que viaja invitado por un Gobierno, lo que nienos le apetece son actos oficiales: instituciones, medallas, discursos, pompas varias. Con esa sencillez que parece definirles -prefieren la bicicleta al coche. y el edredón a las mantas-, los daneses lo comprendieron así. Lo más protocolario del viaje fue, quizá, la asistencia a la ópera Salomé, en el Teatro Real.Una visita a una editorial se puede programar, por ejemplo, con la entrega de catálogos, cifras de venta y explicaciones de procesos de composición. o mediante una comida sin camareros en un salón alegre techado por un cristal, en la que de lo que rnenos se habla es de cifras y en cambio mucho de literatura. Así fue la visita a Glydiendal.

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¿Y un museo? Un museo se puede conocer visitándolo, simplemente, y comprando algunas postales. Pero el de Skagen se recordará mucho mejor si a la visita sigue una tertulia en la vieja casa de un poeta, Ole Wivel, una vieja casa inmensa, de techos bajos, que en invierno disminuye de tamaño a causa de la nieve.

Sería interesante comprobar en cuántos países sus escritores abren las puertas de sus casas a una delegación extranjera que, nunca se sabe, puede ser abunidísima. El matrimonio Rifbjerg se arriesgó y abrió las de su casa de campo, en un paisaje de otoño que podría ser un decorado de Bergman, para un paseo por las dunas del mar del Norte.

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