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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Debate el cuarto oscuro

AL CABO de cuatro años en el ejercicio cotidiano del poder, parece que los socialistas están dispuestos a encontrar un hueco en su actividad y abrir en su seno un debate ideólogico sobre el modelo de socialismo que van a ofrecer a los ciudadanos en los años noventa. Felipe González ha dado luz verde a ese debate tras la reunión celebrada el último mes en Jávea por 40 intelectuales, ministros y altos cargos del partido. Por su parte, Izquierda Socialista también ha anunciado su intención de debatir próximamente en la localidad cacereña de Jarandilla los problemas del socialismo, aunque desde una perspectiva crítica respecto del aparato oficial del PSOE.Felipe González enumeró los principales riesgos a los que se enfrenta actualmente su partido: proceso de oligarquización, actitud victimista ante las críticas, intolerancia y seguidismo y una cierta patrimonialización del triunfo electoral. Independientemente de los frutos que dé en el futuro, este inicio de autocrítica después de casi un lustro de borrachera de poder merece atención, por cuanto significa un cambio, al menos aparente, de actitud.

Pero los posibles beneficios de ese debate, tanto para el PSOE como para la sociedad española en general, dependerán de cómo se organice y de cuál sea su amplitud. Si todo se reduce fundamentalmente, por un lado, a disputas entre personalidades por razones de incompatibilidad de caracteres y, por otro, a reuniones elitistas sobre modelos teóricos, de poco servirá, y los males denunciados por Felipe González se irán agravando. La cuestión de fondo es saber si cabe debatir hoy sobre el modelo del socialismo en la España de los años noventa sin afrontar al mismo tiempo, y conjuntamente, el análisis de la política que realiza el PSOE al frente del Gobierno.

La actitud del PSOE contrasta en cierta medida -quizá por estar en el poder- con la adoptada durante el último período por del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) o también por el Partido Laborista británico. En ambos se ha producido un vivo debate interno, en el que la conciencia de la trasformación mundial le ha inducido a asimilar planteamientos del ecologismo o del pacifismo, hasta hace poco marginales. Y no sólo a nivel téorico. En los últimos congresos de Nuremburg y Blackpool se han concretado posiciones que modifican los programas en cuestiones tan decisivas como las centrales nucleares y la política exterior y de defensa. Por extensión, el SPD ha decidido enterrar su texto programático de Bad Godesberg, aprobado en 1959, que eliminó el marxismo como base teórica del partido y desarrollar, con una amplia participación de los militantes, un debate para definir lo que puede ser el socialismo en las sociedades desarrolladas de occidente.

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Una de las características del socialismo ha sido su permanente preocupación por encuadrar la política al día dentro de una visión globalizadora, en una marcha histórica hacia una mayor libertad y justicia social para los hombres. En el socialismo español, cuando se incorporan a él figuras intelectuales de gran talla, como un Fernando de los Ríos o un Besteiro, no lo hacen para hacer teoría en círculos reducidos, sino para convertirse en dirigentes directos y prácticos. ¿Ha perdido el PSOE actual, por la presión que ejerce el ejercicio del poder, y que parece determinar todas las facetas de la vida del partido, esa capacidad de imaginación y visión de futuro?

Un partido con voluntad de fomentar la democratización del país debería provocar el más amplio debate social sobre los requerimientos de nuestro tiempo, desde la distribución del empleo a las nuevas formas de traba o, desde la función sindical al problema de la energía nuclear, desde el acceso a la cualificación profesional y disfrute de la cultura de masas hasta la conciencia del nuevo espacio europeo. Este debate no ha sido abordado en amplitud por el PSOE -ni en su seno ni fuera de él-, y el lugar natural de diálogo polítíco, el Parlamento, viene siendo manipulado como instrumento de poder y desprestigiado como tribuna de debates. Pero el futuro del socialismo resultará incomprensible si se separa de un proceso que otorgue a los socialistas y a la ciudadanía general la ocasión de entender los horizontes propuestos y las limitaciones. En una palabra, si no se discute libre y abiertamente fuera del cuarto oscuro.

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