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¿Acaba la cultura de izquierda y regresan los 'buenos modales'?

¿Por qué sólo en estos últimos años se habla de los buenos, modales y se leen libros sobre el asunto? ¿Acaso sólo porque antes existía una cultura de izquierdas, mientras que hoy tenemos el reflujo de esa cultura y el advenimiento del reaganismo? No, creo. Los fenómenos culturales surgen de causas profundas, de transformaciones estructurales de la sociedad, de cambios en la economía y en las clases sociales. A mí me parece: que el interés por los buenos modales y por la vida social es la consecuencia de un significado diferente del cuerpo, y éste, a su vez, del paso de una sociedad industrial, dominada por el trabajo manual, a una posindustrial, dominada por el trabajo intelectual por los servicios.Para examinar el problema tomemos como ejemplo dos ambientes sociales completamente diferentes entre sí. El primero es un barrio en el que viven sólo trabajadores manuales. El segundo es un barrio donde vive la burguesía rica o intelectual. Para el primer ejemplo pensemos en una casa humilde de Nápoles o en ciertas casas populares tradicionales, y para el segundo, en una urbanización de lujo, con praderas cuidadas en las que los niños pueden jugar.

Lo primero que notamos en la primera es un gran barullo y estruendo. Las radios están a pleno volumen, incluso con las ventanas abiertas. Todos pueden saber qué está ocurriendo en el piso de al lado. Y no sólo porque las paredes sean finas, sino porque todos los sonidos son más elevados, no están controlados. La madre rifle al niño, discute con el marido, grita. Ruidos violentos de muebles arrastrados por el suelo, puertas que se cierran de golpe. Los pasos retruenan en el piso de arriba. Golpes de martillo. Nadie se plantea que su actividad pueda molestar a los demás. Si alguien protesta, se le contesta con irritación que cada uno en su casa hace lo que quiere. Pero tampoco quien protesta se porta de modo distinto. Para empezar, protesta gritando. Luego, si se encuentra al vecino en el descansillo, discute con él en voz alta para que todos le oigan. Es como si unos y otros quisieran hacerse oír, quisieran indicar a los demás que existen, y si protestan es sólo porque se sienten excluidos. En efecto, cuando se les hace entrar, se olvidan inmediatamente de la molestia y se unen también al barullo de la casa. Lo mismo que aquel al que se admite en una fiesta en la que se canta y se baila. Se olvida de la irritación y canta y baila él también.

¿Qué quiere decir todo esto? ¿Que esta gente es incivil? Nada de eso. Significa tan sólo que manifiesta su existencia a través de ciertas actividades corpóreas ruidosas, que se comunica a través de ellas. Por otro lado, hallamos un comportamiento análogo en los adolescentes de todas las clases sociales.

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La moto

También los hijos de los ricos, cuando están por la calle, se juntan en grupos ruidosos, gritan y gesticulan. Rozan en broma a la chica, ésta lanza un grito. Dos muchachos simulan una pelea violenta, exagerada. O bien corren sobre sus motos, a las que le han suprimido el silenciador, haciendo un ruido infernal que indica su presencia a varios kilómetros, que llena los valles, que borra los silencios de los montes.

Este comportamiento deriva de la importancia que el joven concede al cuerpo y a lo físico en todas sus manifestaciones. La moto no es solamente un medio de transporte, sino un instrumento para manifestar su existencia y extender su cuerpo. Lo que une a los muchachos con los trabajadores manuales es el papel central del cuerpo. Para aquel que realiza trabajos físicos pesados el cuerpo es el instrumento más importante. Y se considera afortunado si posee un cuerpo fuerte, macizo y poderoso. Y es feliz cuando, tras una jornada de trabajo, tiene todavía energías. Igual que el muchacho que es fuerte porque es joven, que posee superabundante energía física y no siente la necesidad de limitarla, sino, más bien, de darle salida corriendo, saltando, gritando, peleando, agotándose en una discoteca o abandonándose a las vibraciones colectivas de un concierto de rock. En el mundo del trabajo manual y de lo físico el ruido no indica así, necesariamente, agresividad. El ruido asume un significado agresivo en el mundo burgués, en el mundo de los trabajadores intelectuales.

Para los grupos sociales que basan su vida en las capacidades intelectuales y en las relaciones sociales interpersonales el cuerpo es, esencialmente, el portador de la inteligencia. No es el centro de lapersona, sino sólo el soporte de la mente. El cuerpo sirve como instrumento para. representar disposiciones sociales y para transmitir cualidades interiores. Sirve para indicar el status, la profesión. Pero también los gustos de cada uno, el estado de ánimo, el tipo, de actitud que tiene el individuo hacia la otra persona. Puesto que es instrumento de expresión emotiva e intelectual, el cuerpo debe permanecer sujeto, domado, disciplinado.

Por este motivo, todo aquello que resulta desbordante, todo lo que significa exceso, todo lo que es grito y expresión incontrolada debe ser anulado. Llega un tiempo en que los jóvenes dejan de ser ruidosos. Cuando inician relaciones sociales y profesionales. En ese momento comienzan a preocuparse del significado que cada gesto, cada inflexión de voz, tiene para los demás. Sólo cuando están solos, entre ellos, pueden concederse excesos. Como una vacación.

Transformación

La transformación a la que estamos asistiendo es consecuencia del paso de una sociedad en la que el trabajo manual era claramente predominante a una en la que lo que predomina sobre todo es el trabajo intelectual. De una sociedad constituida en su mayor parte por campesinos, braceros y obreros sin cualificar a

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una sociedad de obreros especializados, de técnicos, de empleados, de enseñantes, de investigadores, de empleados en los servicios. Aquí la agresividad no tiene lugar. Reagan no tiene nada que ver.

En la nueva sociedad posindustrial en la que todos, antes o después, acabarán participando el cuerpo se convierte en un instrumento de comunicación.

De ahí que deba ser disciplinado, de manera que sea capaz de responder a las órdenes de la inteligencia. Pues no puede seguir a merced de sus propias necesidades instintivas. No puede obedecer a su hambre. Porque si se abandona a ella engorda. Porque en el trabajo la mente debe permanecer lúcida. No puede abandonarse al sueño porque en la vida social hay invitados, se cena fuera de casa, porque las reuniones pueden alargarse hasta altas horas de la noche. No puede abandonarse a la pereza, pues debe permanecer vigilante. No puede dejar libres sus mecanismos elementales, como el eructar, el bostezar o el rascarse. Ni puede hablar o gritar demasiado alto, molestando a los demás.

El cuerpo debe amoldarse a las órdenes del cerebro. En la sociedad posindustrial todo el mundo debe aprender a andar, a hablar, a vestirse, a hacer gestos apropiados. El culturismo, la gimnasia aerobic, los distintos deportes, desde el tenis al esquí, a la natación, al jogging, pertenecen así a la misma familia a la que pertenecen las dietas, los cursos de buenos modos, el cuidado en el vestirse y en la moda, el estudio de la psicología interpersonal. Este hecho no se ha comprendido bien. Al comprobar que la gente tenía tanto cuidado por su cuerpo y por su imagen en público, se ha llegado a hablar de adoración del cuerpo, de narcisismo, de hedonismo. En realidad, este que presenciamos no es un proceso de liberación desenfrenada, de expansión, de exceso. Al contrario, se trata de una manifestación de dominio, de disciplina, de intelectualización del cuerpo.

Traducción: C. A. Caranci.

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