Wagner y Bruckner, en El Escorial

La Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), dirigida por Víctor Pablo Pérez, hizo sonar en la inmensa basílica de San Lorenzo de El Escorial, la Séptima sinfonía de Anton Bruckner.Versión admirable en la ideación del maestro y en la excelente realización de los jóvenes profesores: afinados, cohesionados, escuchándose unos a otros para enlazar y equilibrar sus voces y, además, ilusionados, invadidos de esa ilusión nueva que suele perderse con la práctica profesional.

Un dato de interés: por vez primera -creo- las cuatro tubas wagnerianas estaban en manos de instrumentistas españoles, sin que haya sido necesaria importación alguna. El inmenso mensaje bruckneriano sonó con grandeza y amplitud, incluso con máxima naturalidad en el idóneo espacio místico escurialense. El sinfonismo bruckneriano es música para el templo, si no del templo, quizá por partir de dos raíces fundamentales: en lo sonoro, la tímbrica, la combinatoria, la perspectiva y la emoción del gran órgano; en lo ideológico, un misticismo que atañe por igual a la fe religiosa y a la fe musical, dos creencias absolutamente distintas, aunque puedan darse en una sola persona. La mística sonora es para Bruckner una forma de técnica, entendiendo el término en toda su significación, que pone al servicio de la mística religiosa que es su forma de vida.

Que ética y estética no deben relacionarse en arte, más allá de la voluntad de los comentaristas, quedó demostrado ante la esplendidez con que sonó en la basílica la música de Tristán.