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El Papa lanza en Ars su modelo de sacerdote actual

Juan Arias

Juan Pablo II pasó casi toda la jornada de ayer en la pequeña aldea francesa de Ars, célebre en todo el mundo porque allí vivió, trabajó y murió, y allí sigue expuesto su cuerpo, el llamado santo cura de Ars, Jean-Marie Vienney. Desde aquel rincón de silencio, meta de peregrinos de todo el mundo, el Papa lanzó, ante 3.000 seminaristas y sacerdotes llegados de toda Francia y el extranjero, el modelo de cura de hoy, según el molde tradicional del severo y austero cura de Ars.

Desde que fue elegido Papa Juan Pablo II deseaba vivamente viajar a Ars, y afirmaba que el ejemplo de sacrificio y abnegación de Jean-Marie Vienney le había servido de ayuda y acicate cuando era seminarista en Cracovia y tenía que estudiar de día y trabajar de noche en una fábrica.Cuando, en la mañana de ayer, Juan Pablo II estuvo ante la urna que conserva los restos mortales del santo -minúsculo siempre enfermizo, que no conseguía aprender el latín y cuyos superiores dudaron hasta el último momento en ordenarle sacerdote- cayó de rodillas, inclinó profundamente la cabeza y se sumió como en una meditación que a los presentes pareció eterna y que obligó a uno de los obispos de su séquito a interrumpir cariñosamente su ensimismamiento.

El papa Wojtyla, abierto en lo social, moderno en su estilo de apostolado, trazó, sin embargo, ante los miles de seminaristas presentes, el perfil del ideal del sacerdote actual con tonos serenos, pero abiertamente conservadores.

Su descripción siguió la línea del cura de Ars, que pasó la vida encerrado en su aldea, dedicado exclusivamente a la contemplación, la penitencia y el sacramento de la confesión, al que llegó a dedicar -como subrayó ayer el Papa- hasta 18 horas al día.

El Papa empezó diciendo que no hay que "resignarse al hecho de que están disminuyendo las vocaciones sacerdotales en Francia". Y es que Juan Pablo II ha sabido que en Lyón se ordenó el año pasado un solo sacerdote, y este año, ninguno.

Las líneas maestras del perfil trazado ayer por el papa Juan Pablo II del sacerdote de hoy en un largo discurso, considerado por algunos observadores como una especie de encíclica, son las siguientes:

- Debe predicar la "totalidad de la fe y de sus exigencias". Recordó las palabras, del santo cura de Ars: "Si un pastor se queda mudo viendo a Dios ultrajado, sea maldito".

- No hay que habituarse a la indiferencia frente a la confesión de los fieles. Hay que gritar a la gente y sacudirla para que se convierta.

- Hay que recuperar el "sentido del domingo" y el precepto de dedicarlo a Dios.

- No hay que desconfiar ni desfallecer cuando, como le pasó al cura de Ars, el sacerdote es perseguido como en algunos países o "criticado, incomprendido, ignorado o calumniado", como en otros.

- No debe dejarse tentar por "ideologías extranjeras".

- Debe hacer mucha oración, decir la misa cada día, acudir a la Virgen, mortificar voluntariamente su cuerpo ; ser célibe, pobre, obediente y recordar que "hay demonios que sólo se pueden expulsar con el ayuno y la oración".

- Debe recordar que no es "dispensador de, una vida terrestre", ni debe nunca mezclarse con las opciones políticas de sus fieles.

Aunque haya entrado en el seminario a los 13 años, por ejemplo -es decir, jovencísimo-, no debe, sin embargo, dudar de su vocación si la Iglesia lo llama al sacerdocio.

No deberá olvidarse de su propia formación intelectual, como el cura de Ars, quien, a pesar de que le costaban tantísimo los estudios, "leía algo cada día".

- Nunca deberá experimentar miedo ante nada ni nadie, porque "Dios es más grande que su corazón".

- Aunque sea duro en condenar los pecados, debe ser, al mismo tiempo, "tiernamente misericordioso" con el pecador que se arrepiente, como hacía el cura de Ars.

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