Romance
Pasará a los pliegos de cordel como el crimen de la fonda Veracruz y tal vez dentro de muchos años esta historia de amor y venganza en los romances de ciego se oirá al son de una guitarra. En la España eterna de 1986 corría el mes de septiembre, veranillo de San Miguel, también llamado de los membrillos. De Luarca, lugar de Asturias, a la capital del reino llega la beata Constantina, y desde allí, en secreto, mordiéndose los nudillos, la sigue un párroco enamorado que atiende por don Autidio. Ella a su marido, que es guardia civil, sin mirarle a los ojos, le ha dicho: "Voy a Madrid a comprar lana, lencería fina y un poco de hilo". Él se ha levantado el tricornio, se ha rascado la frente y no se lo ha creído. En la fonda Veracruz, calle de la Victona, forman un nido el cura y la devota; allí los dos recrean el mundo sobre un colchón antiguo, y núentras en la acera gritan buhoneros y limpiabotas, ellos se debaten entre un amor adúltero y otro sacrílego. El cielo Reno de ángeles de la beata Constantina, y abajo, en los colmados, los toreros toman gambas con gabardina, aunque los picadores y el pueblo llano se zampan cazuelas de pájaros fritos. Viva la patria. Honor a la raza española. El guardia civil se ha enterado, y aquí se va a armar la gorda. Con pistola y dos cargadores a Madrid viene el marido, y en la fonda de autos sorprende al cura en calzoncillos. Este salta con terror del lecho de su esposa, pero el burlado lo alcanza en el largo pasillo y entonces dizque sobre el amante, dispara y el plomo le entra al cura por la región mamaria. Con el corazón partido, sobre el felpudo se ha desplomado, y en el último instante alguien cuenta que ha murmurado: "Adiós, querida Constantina, esta pasión nos ha llevado a la ruina". Así iba por la vida parte del clero durante el reinado de Juan Carlos Primero. Por arriba cruzaba un misil y en tierra un párroco le ponía los cuernos a un guardia civil. En España había socialistas, barraganas, saltimbaquis y atlantistas que tomaban cocaína con botijo y luego besaban el crucifijo. En aquel tiempo España aún era muy racial. Constantina amaba a Autidio. El guardia civil sacaba la pistola y lo mandaba al mundo celestial.
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