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Prensa y poder político

CORRIERE DELLA SERAUna parte cada vez más visible del mundo editorial y de la Prensa italiana está llevando a cabo con éxito una técnica refinadísima, al estilo del "Gattopardo", para no molestar al manipulador, el poder político, y fingir, en cambio, que le molesta continuamente. La técnica es ésta: plantear problemas de carácter general, metapolíticos o directamente filosóficos, de tipo parlamentario, y al mismo tiempo evitar cuidadosamente reclamar a los políticos para que respondan aquí y ahora a los problemas concretos e inmediatos de los ciudadanos, lectores y electores.(...) No cuesta al periódico, es más, le garantiza la complicidad del establishment político, porque ese tipo de discusión no cuestiona el modo de gobernar, o de hacer oposición, de los partidos, sino sólo su modo de pensar, es decir, sus concepciones generales del mundo. En otras palabras, las discusiones que plantean la pregunta de "por qué" y no la pregunta de "cómo" requieren una respuesta ideológica, abstracta, y no una respuesta política, empírica, concreta. Por lo tanto, al no poner en situación embarazosa a nadie, no crea resentimiento por parte de nadie.

( ... ) Nosotros creíamos que la propensión de nuestra Prensa por las discusiones abstractas y metapolíticas se debía sobre todo, aunque no exclusivamente, al carácter peculiar de nuestra cultura política nacional, orientada hacia lo ideológico por tradición histórica. Ahora creemos poder decir a base de la experiencia cotidiana que no es así y que esa propensión, en cambio, es muy a menudo una decisión consciente de ese sector de nuestra Prensa que ambiciona llegar a ser establishment político, y que por esa razón no tiene ningún interés en "molestar al manipulador", que desea simplemente arrimarse, o de aquel otro sector periodístico que en general no quiere líos por razones ajenas al periodismo.( ... )

De la complicidad entre un mundo político reticente, aunque aparentemente charlatán, y un periodismo cómplice, aunque aparentemente anticonformista, se desprende el doble engaño frente al ciudadano-elector y al ciudadano-lector. El ciudadano-elector se ve defraudado en su derecho de pedir a la clase política que rinda cuentas de sus propias acciones. El ciudadano-lector se ve despojado de la posibilidad de "saber" y, por tanto, de transformar sus propios intereses en exigencias políticas.

, 15 de septiembre

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