Hablar 'en cristiano': ¿qué es el 'pueblo de Dios?'
¿Hasta qué punto cabe hablar propiamente en cristiano, en sede común y secular, como ésta, por ejemplo? Caben diversos malentendidos: el "rnundo.", en el mal sentido de la palabra, tiende a apropiarse de todo para sus conveniencias: en cambio, el mundo, en el buen sentido, como ,imperativos éticos de todos, aunque exija y agradezca la aportación de la caridad, difícilmente llegará a entender esa dualidad, casi esquizofrénica -la "locura de la cruz"-, de la mente cristiana, a la vez en dos mundos, el de aquí y el de su esperanza gloriosa.En estos días, por ejemplo, en un ámbito madrileño abierto y quizá multitudinario, se va a discutir qué sea el pueblo de Dios. Los oyentes que no se consideren cristianos podrán pensar que, para lo que necesita el mundo de hoy, esto no aporte nada nuevo. Pero, a la vez, reconocerá que sería bueno para todos -mejor dicho, para la mayoría- que los cristianos comprendiéramos lo que implican la fe y la caridad en la relación con el prójimo, individual y políticamente.
Ahí, como preámbulo, quizá habría que explicar que pueblo de Dios se dice en dos sentidos: en cuanto humanidad entera, amada, compadecida y redimida por Dios, y en cuanto grupo -primero Israel, luego la Iglesia-, encargada de llevar a los demás la noticia de esa redención. Como es sabido, este grupo ha solido ser poco fiel a su misión -es la esposa prostituta del profeta Oseas-, aliándose con el poder y el dinero, desde Constantino hasta el actual imperio capitalista. Pero ahora esto llega a una crisis: por la evolución misma de la humanidad, sobre todo en los dos últimos siglos, se va evidenciando que el mandato de amor al prójimo incluye, como condición previa al mensaje de resurrección y gloria, resolver su hambre y su opresión por vías económicas y políticas, en la medida en que lo hace posible el progreso del mundo. Y eso lo comprende un número creciente de conciencias cristianas, como parte -no totalidad- de su esfuerzo por recuperar la raíz original de su fe.
Bendecir la guerra
Hace varias décadas que así va ocurriendo: para contrastar dos ejemplos sangrantes, hace 50 años, casi nadie más que Berna nos se horrorizó de que el epis copado español bendijera la guerra contra su pueblo: hoy día somos muchos, incluidos no po cos obispos, los que nos escan dalizamos "en cristiano" de que obispos nicaragüenses -con el refrendo papal de un nombra miento cardenalicio- estimulen a que se den más armas imperia les a los que matan y destruyen a su pueblo.
Pero esa nueva conciencia cristiana, a la vez que acepta el trabajar y combatir junto a los no-cristianos que ya venían haciéndolo, comprende que ha de evitar un posible "confesionalismo de izquierdas", la tentación de erigirse en administradores sacros de la justicia -tal como, desde una posición presunta mente neutral, aspira a hacerlo, sobre todo, cierto movimiento político italiano, con respaldo vaticano, que parece soñar que, en el tercer milenio, la Iglesia podría regir la sociedad, más allá de capitalismo y comunismo; fórmula que sabemos por experiencia que acaba en un fascismo procapitalista.
En resumen, "hablar en cristiano" es difícil, no sólo en sede secular, sino en la mente del propio cristiano. Pues éste, para mencionar sólo el aspecto social, que es el menos problemático, por un lado ha de reconocer que debe esforzarse, y aun luchar revolucionariamente para que el mundo sea más habitable para el prójimo, antes de hablarle de salvación trascendente; pero, por otro lado, no tiene garantías de fe de que la historia terrenal vaya a un fin feliz, ni aun de que la prosperidad, a la larga, equivaliera a un mayor acercamiento al fin supremo. Seguramente, el camino adecuado sería no hablar tanto, sino, en términos kierkegaardianos, respaldar la insinuación, la "comunicación indirecta", con la "reduplicación", la acción y la entrega del propio vivir.
es catedrático de Estética, traductor de Ulises de Jamés Joyece y autor, con Martín de Riquer, de una historia de la literatura universal.
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