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Los ribereños reviven desde hace cinco años el motín de Aranjuez

El pasado viernes no era 17 de marzo de 1808. Tampoco se encontraba Godoy en el altillo de su casa en Aranjuez, agazapado entre unas esteras, ante el clamor del populacho que pedía su cabeza. En su lugar estaba un indefenso pelele de trapo, aguantando una cascada de insultos y tortazos. Y es que los ribereños han convertido al valido de Carlos IV en el chivo expiatorio de todos sus males. Su caída riega de olor a pólvora las calles año tras año. Es la revolución.

La cita es a las nueve en la calle de las Infantas. La música castellana de Aljibe y Nueva Castilla aplaca momentáneamente los ánimos. Pero la. mecha de la revuelta está ya encendida. Comienzan a oírse tímidamente los primeros tambores. Las intrigas no cesan.A las nueve y media, los amotinados esperan en sus barrios la señal. Entonces sabrán que el camino está despejado. Todo el pueblo obedece la consigna: ni una sola luz bajo el telón de la noche.

Unas 150 sombras encabezan la conspiración. Los ribereños salen de caza furtiva, armados con trabucos y pistolones. La presa se llama Godoy. El rumor creciente se funde con el río de antorchas que va trazando el camino.

Frente a la vieja casa del valido, en la calle del Príncipe, empieza entonces una singular danza india. El redoble de tambores es el mejor de los conjuros. El ruido crece y crece hasta fundirse con la gran traca.

Los ribereños se convierten después en piratas que se lanzan al abordaje. Escalan hasta el segundo piso a la búsqueda del valido, que se esconde en el altillo. Y al fin aparece un Godoy que es lo más parecido a un espantapájaros. En medio de un tronar de vituperios, el pelele es llevado en volandas hasta el Ayuntamiento, convertido en prisión por un día.

Al día siguiente, Godoy se reencarna en José Luis Soto, joven ribereño de 25 años que lleva cinco resucitando al personaje histórico en la representación del motín que se hace en el patio de armas del palacio. José Luis-Godoy sonríe con complicidad cuando se le pregunta sobre sus suspuestas relaciones con la reina María Luisa: "Sí..., en la escena del baile las insinuaciones amorosas son muy claras".

El asalto a la casa de Godoy, el motín y el desfile de carrozas son la recta final de las fiestas de Aranjuez, que acaban hoy. De estos actos, el asalto a la casa de Godoy es el más multitudinario y el más espontáneo. En él participan unos 600 ribereños, a los que se unen miles de forasteros. El motín, sin embargo, es fruto del trabajo intenso de más de dos meses realizado por 150 improvisados actores bajo las órdenes de Paco Carrillo, director teatral y responsable de todo el tinglado desde hace cinco años. La escenificación ha costado este año cerca de tres millones y medio de pesetas entre confección de trajes de época, ambientación y luz y sonido.

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