Banquete académico

Hay muchas maneras de dar una buena lección al público, y una de ellas es a través del buen baile. En el Ballet de Kiev -que a partir de mañana se presenta en Madrid en el teatro Monumental con La bella durmiente- se tiene desde el primer número la sensación de estar asistiendo a un espectáculo donde el rigor y la seriedad son la carta de presentación.Esta compañía actualmente se considera la tercera en importancia en su país, después del Teatro Bolshoi de Moscú y el Kirov de Leningrado. Aunque, haciendo justicia, hoy por hoy la precisión académica y su consecuente escénico encuentran en Kirov y Kiev sus templos sagrados en la medida en que la línea del Bolshoi se aleja peligrosamente de estos cometidos, y está claro que al Ballet de Kiev lo que más le interesa es la danza y su pureza, tanto en lo técnico como en lo artístico. Pocas oportunidades tiene el público español de celebrar un banquete académico de tal calibre.

Ya en nuestro contexto puede ser un disparate considerarlos anticuados, pues a pesar de ciertos aires de vanguardia (de improbable trascendencia) que han poblado últimamente la escena española, los programas del Ballet de Kiev -que incluyen buenas creaciones contemporáneas- cargan las tintas en el repertorio clásico, con excelencia interpretativa, y vienen a llenar un hueco importante en la programación.

Puntas y neociásico

Valeri Kortum ha elaborado una coreografia sobre la Tercera suite de Chaikovski. Precisamente esa música ya había pasado por las manos de Balanchine, lo que le ponía las cosas mucho más difíciles a Kortum, que hizo un seguimiento lineal de los temas -a la manera neoclásica- con pureza de pasos y un color de acento modernista. La lectura se asienta por igual en el cuerpo de baile y la brillantez de los solistas, con un resultado final ameno y equilibrado.Gilko Raisa klekseyevna hizo el segundo acto de El lago de los cisnes con los nervios propios del estreno, y a pesar de que la versión es algo más rápida que la que estamos acostumbrados a ver, en la variación demostró su valía y caudal técnico. Le siguió una sorpresa fuera de programa: el paso a dos de Bakhti, de Bejart, bailado por Smorgachova y Yeremenko con soltura y de acuerdo a las exigencias originales de la pieza. Se sucedieron varios fiagmentos clásicos, que serán analizados en las representaciones madrileñas, todos bien bailados, con goce, con posturas muy definidas y fouettes al antiguo estilo: rápidos, centrados y batidos. Se destacaron Valeri Pisarev (recordad este nombre, será una estrella), que con 21 años ya tiene varios premios internacionales, y Tatiana Tayakina, que junto a Kortum hicieron un delicioso Classique donde el coreógrafo ha remozado el original respetando la famosa diagonal donde Tayakina, en el centro de su carrera, hizo gala de un balance perfecto.