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El juego de la traición

Psicólogos y, economistas estudian la cooperación la competencia en las personas incitando a la delación

Usted y su cómplice han sido cogidos con las manos en la masa. Lo mejor para ambos es cooperar manteniendo silencio. Los dos podrán salir del embrollo con una sentencia de 30 días. Pero cada uno por separado puede salir mejor aún: no hay más que traicionar al compañero para ser puesto inmediatamente en libertad, mientras que el otro cumple una sentencia de 10 años. El problema está en que si cada uno de ustedes traiciona a su compañero, los dos acabarán en prisión, y no sólo por 30 días, sino por ocho años. Cuando uno piensa en ello se da cuenta de que, independiente mente de lo que el compañero escoja, trae más cuenta traicionarle. Desafortunadamente, él también habrá pensado lo mismo, por lo que la inexorable ola del interés personal está destinada a llevarles a los dos río arriba durante largos años. Si se hubieran ayudado...

El ejemplo anterior es, resumido, lo que se conoce como el dilema del prisionerp, mitad un juego sobre la teoría de la paradoja, la otra mitad una metáfora sobre el comportamiento humano. El dilema del prisionero se ha convertido en el modelo central para psicólogos, estudiosos de la ciencia política, biólogos y economistas, que tratan de entender los principios dinámicos de la competencia y -mucho más importante de la cooperación.Una gran parte de la teoría del juego se concreta en un seguimiento de lo lógico por medio de la lógica. El dilema del prisionero ha probado ser una robusta excepción a. la teoría. general, al encontrársele inesperadas aplicaciones muy lejanas de sus abstractos orígenes. Una de las razones para que, esto suceda es la simplicidad de su mensaje básico: la cooperación surge de una combinación ¿le represión y revancha, en realidad una modernizaciónde la vieja teoría del ojo por ojo y diente por diente.

"En los últimos años está surgiendo un renovado interés en usar la teoría del juego en una gran variedad de temas", asegura el doctor Robert AxeIrod, profesor de Ciencia Política de la universidad de Michigan, que se ha convertido en especialista en usar el citado modelo. "El dilema del prisionero", asegura, "es tan simple y sugestivo que proporciona una manera de pensar acerca de problemas muy fundamentales

Repetición

Este modelo se convirtió en uno de los principales temas del congreso sobre Economía del comportamiento (Behavioral economics), celebrado este verano en la universidad de Harvard, en el que psicólogos y economistas discutieron sobre los sistemas para cuantificar el proceso de la toma de decisiones. El dilema del prisionero es también un trabajo teórico estimulante para biólogos que estudian animales, desde monos hasta peces. Asimismo, los especialistas en gestión de empresas que estudian el comportamiento de los ejecutivos han encontrado en este modelo una nueva herramienta de trabajo.

El auténtico valor del modelo del dilema del prisionero se alcanza cuando los sujetos no juegan una vez, sino varias. Es lo que se conoce como el dilema del prisionero repetido. En la versión más usual, los sujetos, agrupados en, parejas, juegan para conseguir puntos, bajo la supervisión de un psicólogo que les paga un dólar por cada punto. A la larga los dos sujetos conseguirán más puntos si cooperan el uno con el otro, aunque en un solo juego, sin saber lo que el oponente va a hacer, cada sujeto tiene unas tentaciones imposibles de superar de traicionar al otro o desertar.

El dilema del prisionero repetido se pregunta si es inevitable traicionar continuamente o si uno puede poner en marcha una estrategia que cambie el comportamiento del oponente y le impulse a cooperar. ¿Debe uno empezar a cooperar? ¿Cómo debe uno responder si su oponente le traiciona? El modelo básico del dilema del prisionero tiene ya más de tres décadas, y fue inventado por dos científicos de la Rand Corporation. Pero la era moderna de investigación en el dilema del prisionero empezó en 1978, cuando AxeIrod decidió ensayar expenmentalmente diferentes estrategias, enfrentándolas unas contra otras en una serie de torneos de ordenadores. Los concursantes presentaban pequeños programas de ordenador que competían entre sí en un universo de dilemas de prisioneros computadorizado.

El legado más fértil de los primeros torneos de AxeIrod fue el descubrimiento de que, en casi todas las circunstancias, la mejor estrategia para jugar al dilema del prisionero es la que se conoce como tit for tat, y que puede resumirse de la siguiente manera: hazle a tu oponente lo mismo que él acaba de hacerte a ti.

Tit for tat es una paradoja en sí mismo. En tanto que tu oponente coopera, tú debes cooperar; si te traiciona, la próxima vez traiciónalo también tú. Si vuelve a cooperar, la próxima vez también tú cooperas. En la repleta arena del primer torneo de ordenadores, tit for tat consiguió muchos mejores resultados que estrategias que siempre traicionaban, o que traicionaban alternativamente, o usaban estrategias estadísticas muy sofisticadas que requerían gran cantidad de datos en el código del ordenador.

La mejor estrategia

Estas últimas estrategias más sofisticadas nunca perdieron cuando jugaban contra tit for tat, pero cuando jugaban entre sí tendían a hacerlo mal, fracasaban demasiado. Tit for tat, sin embargo, propiciaba que una gran variedad de competidores cooperasen, y cuando el total de los puntos fue sumado, siempre resultaba la mejor estrategia.

Los matemáticos, psicólogos, economistas y sociólogos que participaron en los torneos descubrieron otras estrategias igualmente atractivas. Por ejemplo, tir por dos tats, es decir, espera a que tu oponente te traicione dos veces antes de castigarlo con una traición tuya.

En el lenguaje de los teóricos del dilema del prisionero, tit for tat es una estrategia buena, ya que nunca traiciona primero, y es respondiente, porque reacciona al oponente. Una estrategia típicamente no buena es la llamada tranquilizadora, que coopera con el oponente durante algunas jugadas y luego trata de sacar partido traicionándole. En cuanto a tit por dos tats, se considera no sólo buena, sina caritativa.

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