Empresas, Estado y exportación
La Administración y las empresas exportadoras parecen enfrascadas en una refriega sobre el momento por el que atraviesa la exportación española. El autor destaca la necesidad de que todas las partes implicadas, Estado y empresas, se pongan de acuerdo para la promoción de productos españoles en el exterior.
El acto de presentación, en Madrid, de los recientes premios a la exportación de la Generalitat de Cataluña y el acto de entrega de los premios a la exportación de la Cámara de Comercio de Madrid han servido para poner de manifiesto los temores y angustias de muchas empresas exportadoras respecto a la situación ante la que se encuentran, que, dicen, es tanto más grave cuanta mayor es la propensión a exportar de la firma.Los exportadores se quejan de los problemas que les ha supuesto la implantación del impuesto sobre el valor añadido y la desaparición de la desgravación fiscal a la exportación sin paralela absorción de parte de los costes de la Seguridad Social a cargo de la empresa; de la excesiva apreciación de la peseta en los mercados de cambio; de la desaparición de muchos de los estímulos crediticios y fiscales a la exportación, cuyo futuro se ve con escepticismo; de la lentitud con la que se perfilan las soluciones al futuro del tráfico de perfeccionamiento o a ciertas compensaciones futuras para las empresas que hasta ahora gozaban de una serie de beneficios a través de la carta de exportador; de la escasez del presupuesto asignado al Instituto Nacional de Fomento de la Exportación; de las huelgas portuarias; del ancho de vía no europeo de nuestros ferrocarriles, y de algunas actitudes y cuestiones que por bien conocidas no hace falta repetir aquí.
Del conjunto de todos estos elementos se deduce que este año la economía española no va a recibir impulsos adicionales positivos de crecimiento derivados de la actividad exportadora y que, aunque creciendo, nuestras ventas al exterior no lo van a hacer por encima de los ritmos que el Gobierno y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico anuncian para España.
En todo este debate y forcejeo de reivindicaciones entre exportadores y Administración o administraciones, me parece que no se tiene en cuenta suficientemente que la marcha de la economía española y de la exportación está sumamente condicionada por la situación de la economía internacional.
Aquí estamos viviendo el eurooptimismo que tan de moda se ha puesto con el bajo precio del petróleo y de la mayoría de las materias primas y las buenas previsiones de crecimiento de la economía mundial, pero deberíamos tener mucho más en cuenta lo que está pasando estas últimas semanas y los correctores que el eurooptimismo está recibiendo, y que afecta a las perspectivas de nuestra exportación.
El enigma del dólar
El primer gran tema es el del valor del dólar en los próximos meses. Es bien sabido que el precio del dólar ha venido cayendo en estos últimos tiempos, pero hay que contar en que aún va a ir cayendo algo más si los alemanes y los japoneses se obstinan en no llevar adelante una política económica de crecimiento, tal como prometieron en la cumbre de Tokio. A este respecto cabe recordar que los norteamericanos siguen utilizando la baja del dólar como su único medio de presión para obligar al resto de países a asumir un cierto relevo en su papel de locomotora (véase mi artículo en EL PAÍS del 6 de mayo) y es probable, por ello, que la tendencia a la baja persista y que se imponga como un dato más que deben tener en cuenta los exportadores al calcular la rentabilidad de sus operaciones internacionales.
El segundo tema es el de la capacidad de absorción de los diferentes mercados para las ventas de nuestras empresas. No voy, por descontado, a referirme a la marcha del mercado interior, sino a la de los mercados exteriores. En este tema hay que recordar que a principio de año existían todas las condiciones para pensar en grandes aumentos de las importaciones de los países con mejor situación de balanza de pagos, lo cual auguraba un buen año de expansión de intercambios. La realidad, sin embargo, no está siendo ésta. La República Federal de Alemania -que va a tener elecciones a principios de 1987- no quiere correr riesgos por el temor a la inflación y al déficit público, y no lleva a cabo la política expansiva que se le reclama. Japón da señales de buena voluntad, pero poca cosa más. Solamente Francia ha relanzado su consumo interior, aun a costa de poner en peligro el equilibrio de sus cuentas con el exterior.
Todo ello pone de manifiesto que nuestra exportación no va a encontrar un camino de rosas en los próximos meses y, por tanto, el diálogo entre Gobierno y empresas para que el nuevo plan de fomento de la exportación sea efectivo debe pasar por la consideración de todos estos parámetros.
es catedrático de Organización Económica Internacional en la universidad de Barcelona.
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