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Vida que nunca muere

Alegorías sobre la pintura. No perdió nunca don Miguel de vista en su composición la pintura de Velázquez, y en ella busca apoyo continuo para el vuelo imaginativo. Véase, por ejemplo, cómo interpreta el fondo negro de la pintura y lo que sobre él representa el relieve del Cristo: "Detrás del fondo, donde no se ve, los cuervos / negros, del cuerpo blanco cuya muerte / vida nos da, huyen dejando el pasto, / graznando en las tinieblas se deshacen / en amor ahogadas las Euménides"."Desgarrón de los cielos, abertura / eres de Dios y quien por ti le mira / muere de verle: al fin, de amor se muere, / y muriendo de amor vida recobra, / vida que nunca muere y verdadera".

Alegorías bíblicas. Luis Alonso Schökel acaba de publicar un sugerente ensayo sobre la riqueza bíblica del Cristo de Velázquez. Pero en el bloc hay otros fragmentos después no utilizados, como éste: "Cual la serpiente de mel al que erguida / camino del desierto, en la bandera, / a los mordidos por ardientes sierpes / y escorpiones, mirándola, sanaba, / cura tu vista así, serpiente blanca / que el dolor todo humano has recogido. / El dragón, la serpiente antigua al árbol/ de la ciencia enroscada y tentadora, / de nuestros padres, trajo el mal al mundo, / y tu, blanco dragón de nuestra cura,/ del árbol de la muerte suspendido / todo el veneno del dolor recoges. / Que es terrible tu amor, dragón de fuego / de quien las aguas de la vida manan".

Viejo Testamento, Nuevo Testamento. "El temor del Señor, de las tinieblas, / arranque es del saber, más la confianza / en ti, Cristo Jesús, luz de la vida / es del mismo saber colmo y corona. / Allá en el Sinaí tu Padre, envuelto, / tras negra nube, erizo de relámpagos,/ cual horno el monte humeaba estremeciéndose. / Soy el que soy!, tronaba al pueblo al darle / las tablas de la ley, que hace el pecado. / Mas Tú en la cumbre del calvario humilde, / mansa colina de dolor y sangre, / desnudo, al sol, sin nubes y en silencio / al damos gracia que redime, dices: / Yo soy la vid; vosotros los sarmientos! / La mente apacentando, y el afecto / en la sagrada humanidad abrevando / como río de leche la paz dulce / va entrando en los abismos de nuestra alma. / Ya no tenemos al Señor, tu Padre; / el calvario de amor cual sol disipa / del Sinaí las nubes".

He aquí sólo unos pocos, muy pocos fragmentos, que son otros tantos latidos de angustia de un hombre que se animaba a sí mismo con estas palabras: "Canta, alma mía, canta / para que no te mueras". Atormentado de continuo desde 1882, desde que lee a Renan, por el buitre de voraz pico corvo, el pensamiento racional, que, según él mismo testimonia, "me devora las entrañas fiero / y es mi único, constante compañero", Miguel de Unamuno halló un modo de transfigurar su angustia. En uno de esos incisos a que he aludido, que intercalaba en la redacción de cualquiera de sus poemas, en una hoja del bloc, escribió incontenido: "Creo, Señor, creo, por imposible, para vivir".

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