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Peter Kleinwichs (Pedro el Polaco)

La pasión del flamenco en Suecia

Cuando Pedro el Polaco habla de sus experiencias como bailarín de flamenco, de sus primeros contactos con las danzas españolas, hace 20 años, en Sitges, no se limita a expresarse oralmente. Deja su asiento, mueve brazos y piernas, se perfila con la espalda recta y es su cuerpo entero el que se esfuerza por transmitir la fuerza de un baile con el que ha convivido la mayor parte de su vida. Pedro, que emigró a Suecia desde Polonia cuando tenía 11 años, es una de las figuras más apreciadas en el mundo del espectáculo sueco.

Pedro Kleinwichs provocó involuntariamente una ruptura de relaciones con sus padres cuando ya jovencito les comunicó su decisión de dedicarse a la danza, contrariando el destino de heredero del pequeño negocio que tenían en Estocolmo, que le habían asignado. "La bronca duró tres años", dice en un castellano bastante correcto, "pero cuando empezó a salir mi foto en los diarios se reconciliaron conmigo. De todos modos, mi decisión era sin vuelta".Una síntesis de la singularidad del destino de Pedro el Polaco la dio el secretario general de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, en ocasión de inaugurarse la Conferencia de Desarme de Estocolmo (CDE) en 1984. En aquella oportunidad el Movimiento de Artistas por la Paz, de Suecia, organizó una función en la misma sede de la conferencia. Pedro bailó flamenco ante las delegaciones de los 34 países participantes. Cuando terminó, se le acerca Pérez de Cuéllar, picado por la curiosidad y su sensibilidad por las cosas del mundo hispánico, y le pregunta al ver su aspecto tan poco representativo del tipo español: "Pero tú no eres español". "No, soy polaco", contestó Pedro. El secretario general, tras unos segundos de silencio, sacudió la cabeza y murmuró casi para sí: "Así que polaco y bailarín de flamenco en Suecia. Okey".

Hoy, 40 años de edad, Peter es una de las figuras más populares y apreciadas en el mundo del espectáculo en Suecia. Teatros, restaurantes, salas nocturnas y también las calles de Estocolmo y de otras ciudades de Europa, Madrid entre ellas, han sido escenario de sus actuaciones. En estas últimas ha recogido sus mayores éxitos artísticos y financieros como bailarín de flamenco. Al principio, en el verano de 1981, empujado por la necesidad. Después, por propia decisión, como continuación de una experiencia muy positiva. "Actuando en la calle", dice, "he tenido las mayores compensaciones a mi vocación de artista. Cuando veo que alguien que va pasando se detiene y se queda a mirar el espectáculo y a disfrutarlo, siento una gran satisfacción". "Un amigo carpintero", relata, "me fabricó un pequeño tablao plegadizo, que cumple también funciones de maleta, en la que llevo mi utilería, me instalo en algún lugar estratégico, armo el tablao y, con la música de una casete, hago zapateado, bailo sevillanas, acompañado de alguna chica voluntaria del público. Generalmente, el éxito es completo. Artístico y financiero". Así ha recorrido, con suerte diversa, pero con un anecdotario muy rico, Copenhague, Múnich, Anisterdam, París, Madrid e Ibiza.

Algunos camaradas suecos, artistas, no ocultaron su extrañeza cuando les anunció su decisión de bailar en las calles. Hace falta coraje para eso, le decían. "Yo necesitaba más coraje para ir a la oficina de Ayuda Social o a la caja del sindicato, pese a que esto es completamente legítimo y normal aquí", dice Pedro.

Ahora Pedro el Polaco no baila por necesidad en las calles. Desde hace tres años inició una experiencia de strip-tease masculino en un restaurante de la Ciudad Vieja de Estocolino, que ha sido un éxito rotundo. Pensado como una experiencia de un mes, el espectáculo lleva tres años, con un renovado, permanente y divertido público femenino.

También puede vérsele a Pedro estas tardes de verano en Estocolmo enseñando a bailar tango en la plaza Mayor de la Ciudad Vieja, en un espectáculo que tiene mucho éxito.

Con el dinero acumulado en esta temporada Pedro el Polaco viajará a España para una prolongada estancia allí. Su interés no es solamente folclórico. Sorprende al cronista con una actualizada información de cuanto, .ocurre en España. "Mis amigos españoles me cuentan que la situación para los artistas y para el flamenco está difícil, que éste está en decadencia. Sé que hay crisis, pero no creo que el flamenco desaparezca, porque el verdadero arte nunca muere", dice, convencido.

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