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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La OPEP a de nuevo

LA ORGANIZACIÓN de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), cuyas desgracias han forzado a sus 13 miembros a reunirse por quinta vez en lo que va de año, ha vuelto a culminar uno de sus encuentros de crisis con un acuerdo para recortar su producción, en la esperanza de que la menor oferta teórica que ésta conlleva para el mercado tenga un efecto propulsor en los hundidos precios del petróleo. La 78º conferencia de la OPEP, celebrada en Ginebra, ha decidido restablecer el viejo límite de producción global de 1984 para todo el consorcio en torno a 16 millones de barriles diarios (de hecho serán 16,7 millones para permitir una mayor producción a Irak), frente a una oferta real de algo más de 20 millones durante el mes de julio pasado.Pese a que el acuerdo alcanzado ha puesto algo nervioso al mercado internacional, donde los precios se han recuperado unos cuatro dólares en las últimas 48 horas, nada hace prever que la bonanza que experimentan los países consumidores netos de energía desde el pasado mes de diciembre vaya a desaparecer a corto plazo. Los precios aún no han superado la. barrera de los 15 dólares por barril, nivel que, en términos reales, está por debajo de las cotizaciones previas a la primera crisis del petróleo de 1973, y que, en términos nominales, equivalen a los que existían inmediatamente después del embargo decidido tras la guerra árabe-israelí del mismo año.

Que la OPEP está atravesando la mayor crisis desde su fundación en la década de los sesenta lo demuestran los datos ya mencionados. Y que el cártel tiene pocos remedios a su alcance para dar la vuelta a la situación es innegable. Sus reuniones se hacen interminables. Las discusiones entre sus miembros se hacen cada vez más políticas debido al conglomerado contrapuesto de intereses representados. Y la variedad de regímenes que lo conforman, que hace que se sienten cabeza con cabeza países que ventilan sus cuitas en los campos de batalla (casos de Irak e Irán), no hace más que oscurecer la posibilidad remota de que sus acuerdos formales vayan, no ya a ser respetados por todos los miembros, sino que tengan efectos concretos sobre los mercados.

El profesor Milton Friedman se ha unido recientemente a los muchos agoreros que han pronosticado la muerte efectiva del cártel petrolero. La tesis del monetarista norteamericano parte del principio histórico de que aquellos cárteles que en un momento han perdido la batalla para fijar precios nunca han vuelto a resucitar. La OPEP es, en todo caso, un cártel atípico, y el petróleo es, a su vez, una mercancía sin punto de referencia en el mercado de las materias primas. Su escasez es tan cierta como la dependencia que tiene de él el mundo industrializado. Es por eso por lo que no se puede descartar a priori una vuelta a aquellas situaciones producidas en 1974 y 1979, cuando los precios alcanzaron cotas insostenibles para el suave conducir de la economía occidental.

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La menor importación de crudos por parte de los países occidentales es una constante en los últimos años, lo que ha permitido reducir la fuerte dependencia del crudo que padecían las economías desarrolladas. España ha visto reducir sus importaciones de crudo drásticamente en los últimos años hasta llegar a una situación como la experimentada en el primer trimestre del año, cuando, con unos precios sensiblemente reducidos, la curva descendente en consumos ha seguido bajando, pese a los aumentos registrados en la demanda de gasolinas.

Esto hace presumir que el mundo está hoy mejor preparado para responder a cualquier amenaza que proceda de la OPEP. También es cierto que la OPEP tiene hoy sus armas menos afiladas que en el pasado y que sus miembros, después del recorte de ingresos que ha supuesto la caída en los precios, no pueden hacer muchos sacrificios para imponer situaciones de hecho. Está además el factor de la falta de homogeneidad ideológica de sus miembros y la pugna que libran en el golfo Pérsico los regímenes conservadores de la península Arábiga y los radicales como Irán.

Por este motivo cabe deducir que los acuerdos de Ginebra, pese a la propuesta de crear un comité de expertos que controle la producción de cada miembro del cártel, tampoco vayan a ser respetados al pie de la letra. Restar casi cuatro millones de barriles de producción del mercado mundial es un objetivo demasiado ambicioso como para anular las tentaciones de algunos países de hacer su agosto en río revuelto. Sólo un elemento está a favor de la OPEP, y es el del aumento de la demanda de crudo que se produce en Occidente con la llegada del invierno. Pero antes los países productores tendrán que descontar el aumento de los inventarios que han realizado los países consumidores y las compañías al amparo de los precios tan bajos que ofrecía el mercado en la primera parte del año.

Las próximas semanas serán decisivas a la hora de saber si el mercado confía en la capacidad de la OPEP para imponer sus criterios. Si el cártel no lo consigue, y los precios siguen al mismo nivel, cabe suponer que el mundo consumidor, en el que figuran también muchos países en desarrollo, seguirá disfrutando de la bonanza de los precios. Hasta cierto punto no deja de ser apropiado que la ley pendular permita ahora a las naciones consumidoras restablecer en sus economías un equilibrio que perdieron en gran parte como consecuencia de la política ciega del pasado de la OPEP.

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