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Rutter

Rosa Montero

El doctor Rutter es un. inglés de 45 años y una celebridad en la España clandestina. Durante una larga y muy oscura década, Rutter ha sido la única esperanza para una legión de hembras angustiadas: desde 1973 hasta hoy ha ayudado a abortar a 80.000 españolas. Pero ahora Rutter ha decidido no aceptar más pacientes de nuestro país: "Lo hago para forzar el correcto cumplimiento de la ley, del PSOE", explica el hombre. Porque sucede que nuestra ley del aborto y la legislación inglesa son en todo semejantes, que ambas contemplan el peligro psicológico para la madre; la única y feroz diferencia estriba en que en España esta ley no se aplica. Mientras nuestra Seguridad Social apenas si resolvía 200 casos, en el último trimestre de 1985 pasaron por las manos de Rutter 533 compatriotas. Él, que es hombre comprometido y progresista, está harto de explicar la similitud de las leyes, la atrocidad de esta situación, el barbarismo: "En España todo el inundo sabe perfectamente cuales son las clínicas en donde se realizan abortos ilegales". Son clínicas generalmente muy caras y oficiosamente toneladas, y mientras tanto abortar legalmente es un suplicio. Es tal la falta de información que padecemos, que las españolas telefonean a la clínica londinense de Rutter preguntando qué han de hacer para operarse en nuestra tierra, y es él, y no nuestro Estado, quien les explica los pasos,a seguir. "Y tampoco existe un servicio de ayuda, porque las mujeres necesitan comprensión, simpatía y consejo, hay que explicarles que hay otras posibilidades y que quizá no les sea necesario el abortar". Pero lo más importante es acabar con el aborto ilegal, "y eso se consigue autorizando clínicas privadas que estén gestionadas por fundaciones, para evitar abusos". Y dado que ninguna clínica quiere ser la primera en pedir el permiso para realizar abortos, él sugiere que se conceda automáticamente junto al permiso de partos. Rutter, que fue durante años la válvula de escape de un drama nacional, lucha hoy por el cumplimiento de nuestras propias leyes. A él habría que nombrarle ministro español de Sanidad y a nosotros se nos debería caer la cara de vergüenza.

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