Craxi supera la crisis política italiana con la formación de un Gobierno 'fotocopiado' del Gabinete dimisionario
JUAN ARIAS El nuevo, Gobierno italiano, presidido por el socialista Bettino Craxi, prestó juramento ayer a las cinco de la tarde ante el presidente de la República, el democristiano Francesco Cossiga. Así ha concluido, a los 35 días de iniciarse, la 44º crisis de Gobierno que padece esta país desde el final de la II Guerra Mundial. Y lo ha hecho mediante la formación del ya bautizado como Gobierno Craxi bis, considerado como una fotocopia del anterior Gabinete pentapartido. La nueva formación gubernamental la integran, como la precedente, democristianos, socialistas, republicanos, socialdemócratas y liberales.
El nuevo Gobierno Craxi es, en realidad, una fotocopia, del Gobierno anterior, que entró en crisis el 28 de junio pasado tras perder una votación en el Parlamento la noche anterior. Se ha tratado de "un reajuste hecho con cuentagotas", como escribió ayer el diario Corriere della Sera. Cada uno de los cinco partidos se ha quedado con el mismo número de ministros: la Democracia Cristiana con 16, el Partido Socialista con seis, y republicanos, socialdemócratas y liberales con dos cada uno.
La Democracia Cristiana ha cambiado sólo a dos de sus ministros: al de Justicia, Mino Martinazzoli, a quien sustituye el jefe de los diputados de dicho partido, Virgilio Rognoni, que había sido anteriormente ministro del Interior; por otra parte, Carlo Donat Cattin sustituye al democristiano Gianuario Carta al frente del Ministerio de Sanidad. Los otros cambios son simples desplazamientos dentro del mismo Gobierno.
Los socialistas han hecho un solo cambio: ha salido Lelio Lagorio, ministro del Turismo, y ha entrado Rino Formica como ministro del Comercio Exterior, a quien ha dejado su puesto Nicola Capria, quien a su vez ha pasado al Ministerio del Turismo.
Los republicanos no han querido cambiar a ninguno de sus dos ministros, como tampoco los socialdemócratas. Los liberales han hecho un cmaibo porque su nuevo secretario, Renato Altissimo, han dejado us puesto como ministro de Industria. Dicho ministerio ha pasado a otro liberal, el ex secretario Valerio Zanone, y para el cargo de Zanone, que era ministro del Ambientem, ha sido elegido el joven liberal Francisco de Lorenzo, que es el único miembro del nuevo Gabinete que nunca había sido ministro hasta ahora.
La pugna de Craxi con Ciriaco de Mita, secretario nacional del primer partido italiano, la Democracia Cristiana, para poder hacer un cambio radical, ha durado cuatro días y ha sido todo inútil. Craxi hubiese querido cambiar, por lo menos la mitad de los ministros democristianos, pero De Mita se ha resistido firmemente a ello, quizá irritado porque los socialistas habían vetado anteriormente a Giulio Andreotti como presidente del Gobierno.
Pero Craxi ha tenido problemas también dentro de su propio partido, donde ha podido cambiar muy poco. Uno de los principales escollos ha sido el de Formica, una de las figuras di mayor prestigio y más anticonformistas del Partido Socialista que hasta ahora era el jefe de grupo parlamentario de su partido. Formica quería el Ministeriode Presupuestos, pero los socialdemócratas no quisieroon dejarlo. Para hacerlo pedían a cambio dos ministerios, pero de "primera categoría", mientraws Craxi les había ofrecido uno de primera y otro de segunda. El secretario socialdemócrata se mantuvo inamovible, y Formica tuvo que contentarse con el Ministerio del Comercio Exterior.
Lo que más ha disgustado a opinión pública es que mientras para discutir el programa de Gobierno y aprobarlo los secretarios generales de los cinco partidos apenas si emplearon una tarde, la operación de rellenar la quiniela de la composición ministerial les llevó cuatro largos días de debate, a veces furioso.
En realidad, no sólo cada pitido se ha quedado con el mismo número de ministerios y de la misma categoría, sino que en los pocos cambios que ha habido se ha respetado el equilibrio de las corrientes dentro de los partidos.
Esto demuestra, como decían ayer los observadores, que por mucho que se quiera luchar contra las llamadas corrientes internas, al final acaban resurgiendo a la hora de hacer ministros, en aplicación casi sagrada del famoso código Cencelli del pasado, es decir, una especie de cálculo matemático que tienen que respetar todos los presidentes encargados de formar Gobierno si quieren llegar a un acuerdo con los partidos: tantos para ti y para mi, tantos para la corriente A y tantos para la B. Además, cada ministerio tiene un peso y una categoría. Algunos valen por dos y otros Por uno o por uno y medio.
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