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La memoria poética

¿De qué guerra me habla esta mañana, delicado Giocondo, tenues olvidos?" (J. Á. V.).Lorca asesinado al Comienzo de la rebelión que da lugar a una guerra Civil; Machado expulso y muerto en tierra ajena al término de aquélla; Hernández consumido hasta su fin en Has cárceles donde: los vencedores inauguraron su triunfal historia de represión 31 ejecuciones que, con carácter masivo, se prolongaron de 1939 a 1944.

Lorca, Machado, Hernández. Estos tres nombres bastarían para que la poesía puntease con nitidez, Con severidad, con rigor, un capítulo de la historia. Bastarían por su escueta, irrefutable significación. Y bastarían porque toda enumeración, incluso selectiva, acaso resultase interminable: Neruda y Alberti; Vallejo, sobre todos tal vez; pero, además, Stephen Spender, W. H. Auden, Bertold Breclit, Wladimir Holan, Paul Eluard, Tristan Tzara'. Nombres plenaflos de la poesía de su tiempo, de cualquier tiempo. Y tantos otros. Sin contar con que a la órbita total de lo poéti co pertenecen en verdad los narradores: - Hemingway, Malraux, Bernanos, Orwell.

"A poet's war", se ha dicho; y, en rigor, nada aconteció en la historia contemporánea que haya encontrado en la poesía mayor ni más absoluta resonancia. La guerra de España -ha escrito memorablemente Tristan Tzara- "atravesó la poesía como un cuchfflo". Memoria de una herida, pues; memoria difícilmente prescindible, la poesía. Arte de la memoria. Tendida en la memoria y sumergida a veces en sus capas más oscuras, la poesía recuerda -o despierta- en muy distinta forma que la historia. También en forma muy distinta de ésta, inventa o halla la poesía su verdad.

Fenómeno anacrónico en su raíz (un pronunciamiento más en una larga teoría decimonánica de pronunciamientos), la guerra civil se convierte en seguida en un fenómeno anticipador. Anti cipa, en efecto, el inmediato conflicto mundial, incluso en sus más odiosos procedimientos bélicos, y anticipa sobre todo la irreconciliable oposición de quienes en aquél no ignoraban ya que el derrocamiento de los estados nazifascistas europeos eran, en rigor, un mero preámbulo. Crisis ideológica, Crisis de conciencia, crisis del pensamiento revolucionario, la guerra de España contiene ya todos los elementos cuyo lento y progresivo -¿regresivo?- arrastre configura la presente y precaria coyuntura política de un mundo de inamovibles bloques.

Vivida, o padecida en aquel antiguo rincón de Europa, notorio por haber ido convirtiendo el aislamíento de su geografla en una ideología del aislamiento, la guerra de España fue y es -la historia puede y acaso debe escribirse en presente- un hecho planetario. ("Si la madre / España cae -digo, es un decir-, / salid niños,del mundo, ¡id a buscarla.1") Es precisamente esa dimensión mundial de la guerra española la que aquí nos interesa recalcar, sobre todo de cara a las jóvenes generaciones de este país, que ignoran, acaso sólo porque se les hayan sistemáticamente silenciado, demasiadas cosas.

La lectura política, ideológica o simplemente moral de ese conflicto no puede hacerse -ocioso parece repetirlo- desde sus meros límites- peninsulares. Los acontecimientos españoles de 1936 a 1939 fueron vividos por millares de conciencias en todo el mundo como una confrontación extrema -así los enjuició Thornas Mann, entre tantos otros- del bien y del mal, como un apocalipsis. Después, -en un vertiginoso descenso a los infiernos de la historia, todo fue repentinamente posible: desde la exterminación de los judíos al bombardeo de Hiroshima. Por eso fue justo sentir -y así se sintió- la guerra de España como "la última de las grandes cau sas", para glosar el conocido tí tulo de Stanley Weintraub.

El reflejo de esa planetaria di imensión en las conciencias es una de las verdades profundas de la guerra de España. Y de esa particular forma de verdad se encontrará, sin duda, más intenso testimonio en la poesía, en la novela o en otras formas próximas de escritura personal o autobiográfica, que en los archivos -algunos aún inaccesibles- desde los que la historia ha de ser escrita.

Quizá más de uno de los textos que la guerra de España suscitó demuestren hasta qué punto la poesía no puede ignorar o negar ciertas formas de verd ad que acaso le sean propias. Tal sería el caso extremo del poema. Spain, 1936 de W. H. Auden.

Según ha escrito Stephen Spender en fecha muy reciente (Ae New York Times Review of Books, 8 de junio de 1986), ese poema "combina la lógica de la teoría marxista con la lógica de sus propias imágenes evocadoras del pasado, del presente y del futuro". En ese proceso, Auden -con una sujeción voluntarista a la primera de esas lógicas"llega a conclusiones que, aunque fuesen políticamente correctas, son ajenas a la imaginación poética, y quizá incluso ajenas al sentimiento de humanidad o a lo que George Orwell llamó decen-

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cia". En efecto, la noción marxista de la libertad como reconocimiento de la necesidad se traduce en estos dos ácidos versos de Auden:

"Hoy, el deliberado aumento de las posibilidades de muerte, / la aceptación consciente de la culpa en el asesinato necesario".

Orwell cuestionó con dureza la verdad -poética y moral- de esas líneas. Auden mismo tuvo que cuestionarla. Más aún. Los dos últimos versos del poema Spain, compuesto con toda la maestría de quien fue un gran maestro contemporáneo, dicen: "Estamos solos con nuestro día y el tiempo es breve, y la historia á los vencidos / acaso diga ¡ay!, pero no les dará ni ayuda ni perdón".

Al lado de estos dos versos, muchos años más tarde, en un ejemplar del folleto original del poema, que se había vendido a favor del Socorro a España, y que Auden reencontró en la biblioteca de un amigo Qacaso el propio Spender?), el' poeta escribió: "Esto es mentira". En efecto, era mentira, y era mentira sobre todo en un poema, pues la poesía iba a ser privilegiado espacio de la positiva, de la radical supervivencia de los vencidos. El poema Spain clausura así, respecto de la escritura inglesa de los años treinta, toda una línea de aventura ideológica de la poesía, para la cual fue también la guerra de España una prueba decisiva.

Acaso resulte más fácil en ocasiones falsificar la verdad de la historia. "La historia se detuvo en l936", escribió, precisamente, Orwell. ¿Cómo se escribirá la historia de esta guerra?, se preguntaba sobrecogido por la aterradora progresión de los lenguajes del poder, de los discursos totalitarios, de la lingüística de la mentira.

Desde muchos puntos de vista, sigue siendo su pregunta válida. Porque la historia de esa guerra aún no está, en rigor, escrita. Historia demasiado próxima y demasiado lejana a un tiempo. Hechos que tal vez se conmemoran hoy en tierra nuestra con un leve gesto forzado de compromiso difícil de eludir con lo que acaso no parezca especialmente oportuno. ¿Por qué? Han transcurrido 50 años. España se ha sumado política y económicamente a Europa. Pero la guerra de España pertenece en verdad a los- estratos más profundos de la conciencia -¿culpable?- de Europa, y en particular de sus democracias históricas.

"España causó la última gran sacudida de la agonizante conciencia de Europa", escribía todavía Koestler en 195 1. Conciencia y memoria, la poesía de la guerra de España aloja, sin duda, muchas formas de su oscura y difícil y controvertida verdad.

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