A quién le toca la lotería
LA CONCESIÓN de administraciones de lotería a personas relacionadas con el partido en el poder o en cargos públicos ha producido un escándalo; el partido ha dado orden de que los suyos renuncien a las concesiones, y no todos la aceptan. El tema en sí ofrece varias interpretaciones, pero es sobre todo un indicio de problemas mayores. El tridente presenta estos aspectos:
1. Es, inaceptable la utilización de cargos o poderes públicos para obtener concesiones.
2. La pertenencia a un partido que tiene el poder, o el emparentamiento con él, no debe impedir a nadie la obtención de una concesión, y si puede ser una injusticia dárselo, puede ser otra quitárselo.
3. El mal está, precisamente, en el sistema que indica el término concesión, con sus sinónimos de privilegio, regalo, donativo, favor... Y aun por su mera definición en términos administrativos: la cesión por el Estado a un particular a explotar algo que pertenece a aquél o un servicio público.
Ahí está el mal. Procede de la idea del Estado-propietario, y viene del fondo de los siglos. El PSOE no ha inventado esta figura, aunque no sólo no la haya abolido, sino que la ha aumentado por su tendencia a la estatalización. La difusión de privilegios por las autonomías y los municipios no ha reducido la idea del poder central como dispensador de regalías, sino que la ha acrecentado y puede hacer recordar cuestiones de feudalismo y caciquismo. No sólo estas pequeñas loterías o algunos estancos, sino un extenso mundo de licencias, permisos, trabajos de nombramiento directo, puestos de dirección, explotaciones, pluses, subvenciones... Hubo un tiempo que fue para los militares, otro para Isos hijos de viuda -de viuda franquista, naturalmente-, ahora el viento cambia de dirección. Podría alegarse que no se hace sino restituir algo de que habían sido privados los socialistas por el mero hecho de serlo; pero entonces habría que ampliar esta forma de restitución a otros muchos ciudadanos de otros partidos, o de ningún partido, pero cuyas actitudes cívicas les hubieran relegado.
Una parte de este vicio va a desaparecer a medida que se vayan cumpliendo los plazos que nos identificarán con la Comunidad Europea y borrarán el sistema de monopolios. En otros países se ha ido poco a poco anulando esta larga secuela del ancien régime. Pero no parece fácil que se llegue a una abolición total. El Estado tiende siempre al conservadurismo, y pocas veces tiene la tentación de renunciar a algunos resortes que pueden verse como un sistema de premios y castigos, de coacciones, de extensión de su propio poder. La celeridad con que el partido socialista ha acudido a resolver tajantemente la pequeña cuestión de las loterías indica su temor al gran entredicho de su nepotismo. Sería inútil, y hasta burlesca, si se quedara sólo en eso y no mostrase una voluntad de llegar mucho más arriba en esta busca de la justicia.
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