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Julio , 18

Las tragedias históricas ya no se repiten en forma de farsa sino de fascículos encuadernados. Medio siglo después de la rebelión de aquel general ferrolano cuyo extraordinario parecido con Juan Diego jamás habíamos sospechado, la guerra civil se ha transformado en hostilidad de especialistas, refriega de escuelas historiográficas, lucha de simposios y seminarios, beligerancia de tesinas y pelea de suplementos dominicales. Aquella tragedia nacional se repite como batalla de papel, y el papel es materia de reconocida utilidad higiénica y muy cicatrizante. Les preguntas por el drama del 18 de julio a los jinetes estereofónicos que cabalgan Hondas y Yamahas, a los depredadores de ketchup, burbujas, decibelios y rayos catódicos, a esos bisnietos de la ira coloreados por Benetton, colonizados por Johnson and Johnson, clonizados por Don Algodón, colectivizados por la Sony, la CBS y la Coca Cola, y lo más probable es que te digan sin un gramo de mala leche que la guerra civil son esos coleccionables que encartan en todos los suplementos del domingo al lado de los crucigramas, pero que sólo el abuelo hojea distraídamente.Pocas veces he visto un mayor despliegue fascicular sobre un aniversario acompañado de un desinterés tan mayúsculo por parte de la masa lectora. No dudo que esas semanales toneladas de papel cuché sobre la escabechina acaben siendo encuadernadas; dudo que sean leídas. Mi sospecha es que la guerra civil interesa exclusivamente al gremio de los escribidores de la historia. El famoso fratricidio español ya sólo divide a los especialistas, únicamente enfrenta a investigadores, es semilla de odio para eruditos, discordia de metodologías y lucha cainita entre colegas de tarima. Y eso es una buena noticia y un excelente final. La tragedia convertida medio siglo después en docenas de fascículos de enorme rigor documental que nadie lee y que además proporciona trabajo a miles de historiadores, tesinandos, azafatas de congresos, conferenciantes, moderadores de coloquios y personal de artes gráficas. La mejor manera de zanjar el pasado es encuadernarlo en plástico de imitación piel.

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