Peligro por encima de los 70 decibelios
El autor denuncia la adaptación progresiva de las ciudades a los vehículos, con la consiguiente transformación urbana y el aumento de la contaminación acústica, y critica especialmente los planes existentes para al distrito de Chamartín.
Una vez más, en el seminario internacional celebrado recientemente en Madrid sobre el tráfico en las grandes ciudades se nos recuerda lo que se debe hacer y no se hace. En la jornada de inauguración nuestro alcalde clasificó al tráfico de desolador, dantesco y degradante de la calidad de vida. En otro aspecto más seminarista, el catedrático austriaco Knoflacher nos habló de planes y resultados científicos equivocados; del espacio dedicado al coche, que es 14 veces mayor que el del hombre, mientras que la planificación no tiene en cuenta a éste; de que toda la ciudad está formada por células enfermas y que no lograremos nada si únicamente actuamos sobre las del centro, y de que, paradójicamente, el hombre se ha convertido en el animal doméstico del coche. Tras estos breves apuntes del seminario, y por la necesaria brevedad, pasaremos a la realidad de nuestras calles.En todas las ciudades hay efectivamente calles, vehículos y normas de comportamiento. Es aquí donde la traslación de modelos de unos países a otros resulta ineficaz y donde nuestro fallo es estrepitoso. Las calles de nuestras viejas ciudades se han acondicionado para soportar algo para lo que no fueron diseñadas: el vehículo a motor. Así, es corriente ver que calles acondicionadas soportan un tráfico muy superior al de algunas de nuestras carreteras nacionales, quizá porque se ha decidido convertir las calles en carreteras. Por contra, las carreteras de acceso se están convirtiendo -en calles al permitirse construir con densidades demenciales y sin tener en cuenta el mínimo espacio social que una sociedad moderna exige.
Bombas rodantes
En nuestro país las normas en cuanto a construcción de vehículos y su uso racional son anticuadas y no se cumplen. Basta un par de ejemplos. Los nuevos autobuses urbanos fabricados en España, que están sustituyendo a los antiguos de color azul, -son por lo menos el doble de ruidosos (más de tres decibelios). Se alcanza un nivel de ruido medio en las aceras de 95 decibelios, siendo éste de una frecuencia mucho más baja, que es la más perjudicial para el cerebro humano y la más difícil de aislar. En estos esperpentos mecánicos decimonónicos, verdaderas bombas de neutrones rodantes, nuestra tecnología punta no ha sabido eliminar ni el espantoso chirrido de los frenos.
En cuanto a las normas de comportamiento en lo que se refiere al uso del vehículo en general, basta observar cómo se saltan semáforos en rojo, se ignoran los cruces de peatones, se circula en dirección prohibida y cualquier señal de tráfico se acomoda a nuestro antojo o necesidad, sin olvidar que la velocidad en nuestras calles está totalmente incontrolada, recordando al respecto que a mayores prestaciones, mayor contaminación acústica.
Aquí cabe preguntarse cómo esperan los responsables que un colectivo dejado a su libre albedrío durante cinco días a la semana sea capaz de disminuir en los fines de semana las víctimas directas que nos dan los partes de guerra de todos los lunes.
¿Y por qué hablar tanto del ruido? Recordemos que la OCDE recomienda a sus miembros no sobrepasar la cifra de 70 decibelios. En 1979, en Ginebra, se mencionan como especialmente ruidosas, entre otras, las ciudades españolas. En 1982, en Madrid se vuelve a decir lo mismo pero con cifras mas abultadas. Resulta que el 74% de la población española está sometida, a un nivel superior a 70 decibelios y que en las gran des aglomeraciones urbanas un porcentaje todavía mayor soporta más de 80 decibelios.
Los investigadores médicos al respecto nos dicen que con estos niveles aparecen síntomas tales como envejecimiento precoz, disminución de la productividad y de la capacidad sexual, insomnio cefaleas, hipertensión y disfunciones a todos los niveles, así como sorderas irreversibles. Si a esto sumamos que no se puede llegar a dormir ocho horas, diarias (los servicios públicos, autobuses empiezan a las 5.30 y terminan a la 1.30 del día siguiente) y que cualquier labor- intelectual nos produce más desgaste porque el ruido nos resta capacidad de concentración, podemos concluir que el ruido es el problema más grave que afecta al Estado, y que ya que 24 millones de españoles ven afectada su salud gravísimamente, podemos estar asistiendo a un genocidio inconsciente o a un experimento sibilino a gran escala. De cualquier forma, situación intolerable.
Para hablar del futuro en este barrio tenemos ya datos acumulados en los últimos 30 años. Desde una estación de ferrocarril pensada para el siglo XXI cuya mayor prestación a la Sociedad española es enseñar a cuanto forastero aparece el tercermundismo que la rodea, hasta la báscula de camiones en medio de una zona residencial, pasando por una cochera de más de 800 autobuses municipales y con una serie de viales de relativa reciente construcción, enjutos, mal planeados y peor utilizados. Con esta base de partida se piensa instalar además un intercambiador y estación terminal de autobuses en un punto del barrio tal que las salidas se harán a través de calles consolidadas y a todas luces inadecuadas para tamaña monstruosidad.
Por si fuera poco, el reciente proyecto de ordenanza urbana de la plaza de Castilla y su entorno prevé en la nueva avenida de Asturias, que desembocará en la ya congestionada plaza, un hotel y 60.000 metros cuadrados de oficinas. Todo esto lógicamente demandará una serie de servicios que incrementará el tráfico en la deshumanizada zona.
Ante hechos como éstos, no cabe la menor duda de que hay cerebros en este país que ya han sido afectados irreversiblemente por el ruido y que los responsables no afectados deberían tomar medidas de emergencia para frenar de una vez y por todas que las zonas no aptas para la habitabifidad sigan extendiéndose y que aquéllas que se han convertido en inhabitables sean recuperadas.
En el citado seminario se ha cuestionado la actualidad o no del informe Buchanan. Juzguemos por unas palabras de su prólogo: "...Si hemos de ir a enfrentarnos a ella (la tarea de resolver el problema del tráfico), tenemos que hacerlo sin confusiones en cuanto a los propósitos, sin timidez acerca de los medios que emplear y sobre todo sin el menor retraso". Esto lo dijeron los británicos hace 23 años.
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