El aldabonazo de Lucio Sandín
ENVIADO ESPECIAL, El toreo, como es, lo hizo Lucio Sandín ayer en Pamplona, y pegó un fuerte aldabonazo a la puertecica estrecha del olimpo taurino, donde las figuras se reparten la tarta de la fiesta. El toreo, como es, lo hizo Lucio Sandín en todos los tercios. En el primero, marcando la verónica pata alante y bajas las manos; ciñendo suavemente las chicuelinas; ligando las navarras; bregando la lidia.
Y a sus bien lidiados toros, les aplicó faenas de muleta estructuradas sobre una técnica impecable e instrumentadas desde una quintaesenciada exquisitez. Al principio el público no acababa de creérselo. Sobre todo el de las peñas estaba fuera de la fiesta; le traían sin cuidado Sandín, el toro, la lidia, y coreaba tan adecuados cánticos como "¡Arriba la goma 2!", o "!Qué guapa estás María".
Guardíola / J
A. Campuzano, Ortega Cano, SandínToros de Salvador Guardiola con trapío, desigual bravura y dificultades. José Antonio Campuzano: pinchazo hondo bajo, rueda insistente de peones y estocada ladeada (ovación y salida al tercio); bajonazo (ovación y salida al tercio). Ortega Cano: pinchazo y estocada ladeada (pitos); estocada saliendo volteado (petición y vuelta). Lucio Sandín: pinchazo), estocada corta muy baja (vuelta); estocada corta (oreja). Plaza de Pamplona, 8 de julio. Tercera corrida de feria.
Pero Lucio Sandín, sordo para todo lo que no fuese toreo, interpretaba su propia sinfonía, cargaba la suerte en unos redondos enjundiosos, que poco a poco fueron despertando murmullos, luego estruendosos olés. En los de pecho, se echaba todo el toro por delante, lo humillaba largo con ayudados, y a fuerza de torería, no había en la plaza más canción ni más batuta que la suya.
En el sexto aún se superó Lucio Sandín. Como el anterior, no era toro fácil -probaba y embestía incierto-, a pesar de lo cual le mandó ayudándose por alto, cambió de mano con torería, y ahora fue el natural, ofreciendo el medio pecho, embarcando con temple largos recorridos de la suerte, que hacía girar sobre el eje de la pierna contraria. Se le entregó el gentío.
En otra tanda de naturales juntó las zapatillas y le salieron de dibujo. Se tiró de rodillas para unos molinetes y nuevamente citó al natural, obligando al toro a que tomara el engaño, no importaba que le pasaran los pitones a distancias escalofriantes. Como por milagro, pues este diestro suele ser un pinchauvas, Sandín fulminó al toro de la primera estocada y obtuvo un éxito de clamor.
Ortega Cano fue otro torero en la tarde, menos comprendido porque sus toros resultaron deslucidos. El primero le echaba la cara arriba y no todo el mundo supo apreciar la técnica, la serenidad que derrochó, para consentirle y aguantar tarascadas. El otro también iba con la cara alta y le obligó a humillar cruzándose, bajando la mano, aceptando la proximidad de los derrotes. Sólo cuando, al entrar a matar, sufrió una voltereta impresionante, el público entendió el peligro que había pasado el torero y le premió con la vuelta al ruedo.
Mejores toros tuvo José Antonio campuzano, que, sin embargo no acababa de recibir los enriquecedores soplos de la inspiración Su toreo al revés -la pierna contraria retrasada- se hacía más ostensible en una corrida donde tanto y tambien se había visto cargar la suerte. Tampoco cogía el ritmo de las embestidas -por tanto, el temple- y los pases le resulta ban deslavazados, cuando no violentamente interrumpidos por el golpe del pitón.
La torería, y su arte, traída ayer a Pamplona por dos espadas cabales, propició una gran tarde de toros que, una vez más, se encarga ron de arruinar los picadores me diante la saña de sus destructivos puyazos traseros.
Carne picada, para hamburguesas, sacaban de las riñonadas, y los Guardiola, no conformes con la manipulación fraudulenta de sus hermosas anatomías, se ponían broncos. A cualquiera, así zarandeado, le pasaría igual. El jurado de la Feria del Toro tiene difícil saber si fueron bravos, pues no existen pautas para medir la bra vura del embutido. Cite usted un salchichón y verá cómo no le embiste. En cambio, los jurados que enjuician toreros lo tienen más fácil. El aldabonazo de Sandín, por ejemplo, se tuvo que oír hasta en Serva la Barí.
Babelia
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