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La OPEP acuerda por mayoría un nuevo límite de producción mientras negocia la distribución de cuotas individuales

La mayoría de los 13 miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) alcanzó ayer un acuerdo que establece un nuevo límite en su producción global, que teóricamente persigue subir los precios a una banda de entre 17 y 20 dólares por barril a finales de año. Pero Argelia, Irán y Libia, los tres países que componen el área radical, rechazaron el nuevo techo, fijado en 17,5 millones de barriles de media para el resto del presente año, y calificaron el acuerdo de ilógico e insuficiente para impulsar el alza de los precios.

En su primera reunión con los periodistas desde que se inició la conferencia, el pasado miércoles, el nuevo presidente de la OPEP, el ministro de Petróleo nigeriano, Rilwanu Lukman, anunció también que, tras el acuerdo mayoritario sobre volúmenes de producción, el cártel había encargado al ministro indonesio, doctor Subroto, la misión de negociar y distribuir entre sus 13 miembros el nuevo techo mediante la fijación de cuotas individuales. Esta labor presumiblemente quedará completada durante la jornada dominical, tras la cual la conferencia de Brioni culminará con un acuerdo mayoritario que de alguna manera será rechazado por tres de los 13 países que componen el consorcio. Para muchos analistas, se trata de una repetición del acuerdo del pasado abril.El ministro argelino, Blekazen Nabi, rechazó el calificativo de acuerdo dado al compromiso alcanzado en unas declaraciones en las que se le notaba muy tenso. "Estamos peor que en abril, y la prueba es que el precio del crudo ha perdido dos dólares desde entonces en los mercados", dijo. "Es absurdo llamar acuerdo a esto, y nosotros no lo suscribiremos", añadió el argelino.

Mucho más gráfico fue su colega iraní, que, en declaraciones simultáneas a las del presidente de la conferencia, manifestó que el compromiso era "ilógico". "No se puede pretender subir los precios si los techos de producción fijados son cada vez mayores y la demanda es prácticamente la misma", dijo.

Como ya sucedió en abril, después de más de 20 días de conferencia, el cártel petrolero ha recurrido a adoptar sus acuerdos por mayoría, en lugar de por unanimidad, como sucedía en el pasado. El mecanismo no deja de ser sintomático y todo un símbolo de la profunda crisis que atraviesa la OPEP, cuyas decisiones, aparte de no ser respetadas por sus miembros, no guardan ninguna relación con la realidad que ofrece el mercado mundial.

Basta un ejemplo: el nuevo techo de producción fijado ayer (17,5 millones de media durante el resto del año) es superior al establecido en la conferencia de abril (16,3 millones para el segundo semestre y 16,7 millones como media del año). Al mismo tiempo, la producción real de la OPEP superó los 19 millones de barriles durante el mes de julio, y, de hacer caso a los expertos, nada permite entrever que vaya a bajar en los próximos meses o por lo menos vaya a ser inferior a la demanda.

La influencia de Yamani

¿Qué se propone la OPEP al fijar un techo de producción. superior al que le ha llevado desde abril a hundir más los precios? Muy pocos expertos y delegados tienen una respuesta clara o por lo menos coherente. Los más agudos interpretan que detrás de este aparente absurdo puede estar la mano inescrutable del jeque Yamani, el todo podeiroso ministro del Petróleo de Arabia Saudí, y de su teoría de que "las cosas tienen aún que empeorar antes de que mejorenEn otras palabras, la OPEP estaría, con su actitud confusa, llevando las cosas al extremo y tratando por todos los medios de hundir el mercado y retirar del mismo a los denominados productores marginales, es decir, aquellos que, con elevados costes de extracción, han provocado que la OPEP pierda el poder y la influencia que tenía hace cinco años.

De ser así, la OPEP volvería otra vez, a medio o largo plazo, a recuperar el poder perdido una vez que, además, llevara a los productores independientes no asociados al consorcio -como el Reino Unido, Noruega y México, principalmente- a una posición en la que tendrían que acudir ante la OPEP a negociar un compromiso estable de reparto del mercado. Una estrategia arriesgada, que está provocando la mayor bonanza en precios para los países con sumidores que ha existido desde que en 1973 estalló la primera crisis del petróleo.

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