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Carmelo Sánchez-Pando y Maguregui

Presidente de la plaza de toros de Bilbao, ha desplazado del cargo a la policía

Carmelo Sánchez-Pando ha entrado en la historia de la tauromaquia por ser el primer presidente que sustituye a un delegado gubernativo en una plaza de toros. "Lejos de la imprudencia o temeridad", afirma, "deseo continuar con el nivel conseguido. Quiero ser presidente digno de Bilbao y espero contar con desapasionados y ecuánimes asesores". Preciso es confesar que con él ha llegado a las plazas de toros una forma nueva y más a mano de presidir las corridas. Es el primer presidente tauro-autonómico, por mor de los Retolaza, Eli Galdós y Portuondo, hombres fuertes de la Consejería del Interior del Gobierno vasco, que asume la responsabilidad de todos los aspectos de la fiesta.

Carmelo conserva el feeling de ese bilbainismo de época dorada, elitista pero generoso. Es de los elegantes, de los de traje y camisa a medida, de los de estudios en Salamanca con hospedaje en el Gran Hotel. Carmelo no ha sido de los de comidas de seis o siete duros de los años cuarenta, ni estudiante de fonda, donde las salas son más bien feas, y el adorno, ninguno: ni una alfombra, ni un mueble elegante, ni un criado decente, ni una estufa en invierno, ni rieja, burdeos o champaña...Carmelo recuerda y añora su bilbainismo; en la actualidad más atomizado, menos consistente. Es el presidente del club Cocherito. "Como lo fuera mi padre, y al amparo de él aprendí a amar a la fiesta y al Athlétic". En su conversación llana y cordial rememora el recuerdo de su padre. Papá, dice a veces, aunque no exprese con el término ningún aire cursi, afectado o petulante. Todo lo contrario. "De mi padre se ha dicho que con su pérdida se fue uno de los bilbaínos que mejor y más supieron enaltecer la villa".

No son las costumbres ni los viejos hábitos el último ni el menos importante objeto de las reformas. La reforma en Bilbao ya está servida y rota la costumbre de que el presidente de las corridas tenga nada que ver con el Cuerpo Superior de Policía. "Es que desde el Gobierno de Vitoria", aclara el nuevo presidente, en la firma del traspaso referente ajuegos y espectáculos, presionó para que tal competencia se ampliase a los aspectos relativos a la tauromaquia... Yo no sé si Madrid, Sevilla u otras comunidades han planteado, en su día, tal exigencia, porque si no, el trámite, ahora mismo, puede resultarles más problemático".

"Desde luego", añade, "el reglamento se cumplirá al mínimo detalle. Allí los caballos de picar no saltarán con los dos ojos tapados, como en Madrid; se vigilarán los pesos de los petos y caballos de picar...; de la corrida de rejones casi no sé de la misa la media, pero me pondré al día". Carmelo confiesa sus temores hacia la semana grande. "Todos tenemos miedo; los cobardes a todo, los valientes a pare cer cobardes, pero ya dijo Ercilla que "el miedo es natural en el prudente y el saberlo vencer es ser valiente".

Carmelo sabe de toros, porque para cualquier cargo se necesita saber algo, suponiendo que no haya favor o parentesco; para médico, por ejemplo, alargar la vida; para abogado, embrollar el asunto... Para cura, todos sabemos ya lo que se necesita saber, y por ese estilo; pero para ser presidente de plaza de toros, basta con no ser sordo. ¡Y es tan fácil no ser sordo! Ahora, si fuese preciso hacerse el sordo, sería otra cosa: era preciso saber entonces casi tanto como para ser ministro.

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