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La reparación

De no haber existido el precedente del nefasto arbitraje padecido por la selección soviética en los campeonatos mundiales de España de 1982, hubiera dicho que el atentado futbolístico perpetrado por el árbitro español señor Sánchez Arminio contra el equipo soviético en los actuales campeonatos mundiales era una consecuencia de ese espíritu de cruzada antisoviética que puede propagarse entre nosotros como consecuencia de la desintegración de España en la OTAN.Pero ya en 1982, bajo el reinado civil de Calvo Sotelo, otro árbitro español se sintió posdata o postrimería de la División Azul y expulsó a los soviéticos del Mundial de España, sin duda para que las virtudes de su fútbol no fueran transmisoras de gérmenes ideológicos. Los soviéticos asumieron aquel robo deportivo sin pestañear, y lo mismo han hecho ahora, cuando Sánchez Arminio, víctima de una insolación de occidentalismo o de un lapsus parkinsoniano de antebrazo, marcó dos goles en la puerta bolchevique con la colaboración desconcertada y casi involuntaria de dos jugadores belgas. Puro pretexto. Yo creo que si los belgas no hubieran hecho el ademán de chutar, los goles igual hubieran existido. Hubieran sido goles de pensamiento, palabra u omisión.

Urge una reparación. Por mucha prudencia histórica que tengan los soviéticos, dos eliminaciones en campeonatos; del mundo a manos de árbitros españoles son demasiadas eliminaciones. Lamo Castillo con el pito y Sánchez Arminio con la bandera han contrarrestado negativamente la excelente impresión que Felipe González y su séquito causaron en Moscú. Esfuérzate reforzando OTAN que justifiquen pactos de Varsovia o intercambiando tabarras tecnológicas con Gorbachov para que luego te vengan dos criaturas de Plaza y te hundan cuatro años de refinada política internacional. ¿Quién va a gestionar esa eliminación redundante? ¿Se aplacarán los bolcheviques si les mandamos a los dos árbitros para que los conserven bien frescos en Siberia durante una temporada? Es una sugerencia que dejo sobre la mesa por si al merecer la consideración de V. E. alcanzara rango de norma de obligado cumplimiento.

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