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Tribuna:LA CAMPAÑA ELECTORAL
Tribuna
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El miedo al desgobierno

El PSOE, está intentando sacar adelante una doble estrategia -que, desvirtúa lo que debería ser la campaña, es decir, un proceso continuado de debate sobre las alternativas de los distintos partidos a los problemas que tiene hoy España. El primer punto de esta estrategia es la renuncia a explicar su programa y a confrontarlo con las demás fuerzas políticas. El tono general empleado por los socialistas en la Campaña, los chistes envenenados de Alfonso Guerra para desvirtuar la atención del debate ideológico, la vaguedad de sus mensajes y la misma fecha elegida para la campaña, coincidiendo con el Mundial de Fútbol, demuestran que, el PSOE quiere hacer de ésta una campaña de trámite y que pretende pasar por ella sin rendir cuentas del pasa do, y sin definir claramente cuál es el futuro que ofrece. La posibilidad de un debate González-Fraga no hace sino apoyar este planteamiento, porque ése sería un debate ficticio, ajeno a lo que hoy por hoy son las alternativas que se presentan a la sociedad española.En segundo lugar, los socialistas están promoviendo una falsa polémica, según la cual lo que pretende el resto de las fuerzas políticas es, ante todo, impedir una mayoría absoluta del PSOE y conseguir con ello un país ingobernable. Se trata de transmitir a toda costa la idea de qué, mientras los esforzados socialistas luchan por hacer de esta España: díscola y enrevesada un país en el que sea posible gobernar, las demás fuerzas políticas se dedican a dificultar las cosas y a discutir irresponsablemente sobre cómo aumentar su protagonismo. Se trata, ante todo, de resucitar el miedo al desgobierno, aunque para ello tengan que decir bien a las claras que vale más un Gobierno fuerte que un Parlamento plural y plenamente representativo. No es casualidad que en los mítines del PSOE ya no se hable de legislatura, sino de mandato o cuatrienio.

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Votantes en avión.
Furgonetas del PSOE.
Fraga, por teléfono.
Suárez y el 23-F.

La polémica es falsa, porque lo que se ventila en estas elecciones no es si la mayoría absoluta es mala o buena per se, sino el uso que han hecho de ella los socialistas en estos años y las fórmulas alternativas' que hoy se ofrecen al electorado. Éste y no otro es el auténtico debate que es necesario plantear por mucho que al PSOE le pese: el debate entre nuestros respectivos proyectos de futuro.

He leído atentamente un artículo de José María Benegas en estas mismas páginas, en el que, refiriéndose al Gobierno surgido tras las últimas elecciones y a la labor que tenía por delante dice: "Ese Gobierno, fue el del PSOE, pero podría haber sido un Gobierno de Fraga; lo importante es que ya no podía seguir siendo un Gobierno de transición; un Gobierno débil, un Gobierno incapaz de tomar desiciones clave en momentos cruciales". El planteamiento encaja perfectamente con el de Felipe González cuando hablaba de la necesidad de un Gobierno fuerte, "aunque sea de derechas" y con otra de las argumentaciones de Benegas: "Lo más grave", dice, "no es que los modelos de la izquierda comunista o de la derecha convervadora aboquen de condiciones económicas anteriores a la eclosión de la crisis, sino que conducen a la ingobernabilidad". Se trata pues, de gobernar ante todo; poco importa si los resultados nos llevan a Bruselas o a Managua, sí el empleo sigue cayendo o se remonta, si nuestra renta per cápita sube o baja. Lo verdaderamente grave sería no poder gobernar España. He aquí el orden de prioridades del partido socialista: la autoridad por encima de, las ideas, el poder por encima de la fidelidad al propio programa, el orden por encima de la libertad. Sinceramente, no comprendo cómo presentando semejantes planteamientos pueden los socialistas quejarse de que haya quien hable del socialismo neofranquista. Si hubo una idea que el franquismo intentó transmitir siempre fue el miedo a la ingobernabilidad de España.

Lo más escandaloso del planteamiento socialista no es que tergiverse la verdad reduciendo las alternativas que se les presentan a comunistas y conservadores, ni tampoco que haya uerdido una falsa polémica según la cual los españoles deben elegir entre el PSOE o el caos. Lo más escandaloso es sin duda el evidente contraste entre la claridad con que exponen sus razones para mantener el poder y la opacidad absoluta que muestran cuando se trata de saber qué es lo que pretenden hacer con él.

La campaña-socialista

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La campaña socialista está basada en un lema paternalista y conservador que invita a los españoles a seguir por un camino que no se sabe adónde conduce, porque el PSOE se ha encargado ante todo de hacer un programa de trámite sin compromisos concretos y una campaña que, no les ponga en aprietos. En estas condiciones, las respuestas que realmente importan quedan en el aire. El bartido socialista no está explicando qué, pretende hacer para eliminar la destrucción del empleo, que arroja un saldo de 700.000 parados más que en 1982, ni cómo va a gestionar el desarrollo del tratado de adhesión a la Comunidad Europea, ni qué piensa hacer para respetar el pluralismo informativo en la autorización de las televisiones privadas. Son cuestiones que, al parecer, no importan, porque lo que realmente importa al partido socialista transmitir es esa doble falacia sobre la que ha montado su campaña: la invitación conserva dora y dirigista a dejarse conducir dócilmente por mi camino indefinido sobre el que no explican nada y la estrategia del miedo al pluralismo, al debate y a la tolerancia.

El PSOE nos tiene acostumbrados a la distorsión interesada de las intenciones y realidades del resto de las fuerzas políticas. Para quienes llevamos años denunciando que el socialismo promociona el bipartidismo en su propio beneficio no es una novedad que ahora pretenda convencer al electorado de que si pierde la mayoría absoluta España quedaría abocada a la ingobernabilidad. Una de sus especialidades es la distorsión de todo cuanto les es ajeno. Pero del mismo modo que la dicotomía irreal y estéril del bipartidismo que el PSOE promueve está siendo desmontada por el Partido Reformista, el falso' debate que ahora nos presentan sobre al mayoría absoluta está siendo sobrepasado ampliamente por la cuestión que realmente interesa a los españoles: el uso que ha hecho el PSOE de su mayoría absoluta y si en función de ello es deseable o no que se repita.

Sobran razones para contestar a esta cuestión a la vista de los incumplimientos de su programa y de la prepotencia con la que han gobernado. Pero es que, además, un partido que se manifiesta incapaz de llevar adelante su proyecto político si no es en condiciones de mayoría absoluta no merece gobernar. Semejante planteamiento identifica a las claras `el carácter sectario de su proyecto y su incapacidad de establecer un diálogo constructivo con el resto de las fuerzas políticas para mejorar España.

Antonio Garrigues es presidente del PRD y candidato al Congreso por Madrid.

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