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Crítica:CINE / 'LA DIAGONAL DEL LOCO'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Duelo de cerebros con lágrimas finales

La diagonal del loco o, con otra traducción legítima, La diagonal del alfil -el término francés fou permite este desdoblamiento de significaciones-, es un filme de producción suiza pero dirigido por el joven realizador francés Charles Dembo, que ganó el Oscar a la mejor película extranjera del año 1985.Cuenta La diagonal del loco o del alfil con alguna premiosidad, en unas ocasiones justificada y en otras no, una supuesta final del campeonato del mundo de ajedrez entre dos campeones rusos de muy distinto signo biográfico y temperamental. Uno de ellos es un viejo maestro soviético de origen judío, interpretado por Michel Piccoli, y el otro un joven disidente exiliado de la Unión Soviética, interpretado por Alexandr Arbatt.

La diagonal del loco

Dirección y guión: Charles Dembo. Fotografía: Raoul Coutard. Música: Gabriel Yared, sobre música de César Frank. Producción suiza, 1985. Intérpretes: Michel Piccoli, Alexandr Arbatt, Liv Ullman, Leslie Caron, Michel Aumont, Jean Anglade, Daniel Olbrychsky, Pierre Vidal, Bernhard Wicki. Estreno en Madrid: cines Renoir.

La por sí sola compleja estrategia de las partidas de ajedrez se ve poco a poco perturbada y complicada por el condicionamiento político que contagian a su pugna los dos contendientes, y alrededor de ellos el guionista y director del filme urde otra estrategia de orden superior, como si los que mueven las fichas en el tablero fueran a su vez fichas de otro tablero que otros mueven desde lejos en otra lejana e inaccesible partida.

La película es concebida como un duelo de cerebros monosituacional, con muy escasos márgenes para la inventiva de otras variantes argumentales que no sean las directamente derivadas del cara a cara de los dos ajedrecistas y de los debates estratégicos de sus estados mayores respectivos. En tan estrechos márgenes, al director le quedan pocas posibilidades de maniobra, y Charles Dembo exorciza esta dificultad tirando por el camino fácil. Pero lo hace con buen gusto, con sobriedad y con una progresiva inclinación del frío combate de cerebros hacia el sentimentalismo e incluso hacia el melodrama abierto.

La aparición en escena de Liv Ullman, que actúa magníficamente, es el eje por donde se produce este giro, que llega a su culminación en la escena que cierra el filme, donde se juega abiertamente a la lágrima.

La diagonal del loco, pese a estas serias dificultades sobre las que transcurre, se mantiene con altura y dignidad, lo que dice cosas buenas acerca de las capacidades del inexperto Charles Dembo, que hace, con algunos vaivenes en la línea de interés, sostenible casi a lo largo de dos horas a un guión que en manos menos hábiles hubiera naufragado sin remedio mucho antes.

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