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Lo que le falta a Madrid

La convocatoria y el resultado de los primeros premios de Arquitectura y Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid son un interesante precedente en nuestros días, que retoma la vieja institución de premios de arquitectura del mismo Ayuntamiento en 1905.Las diferencias están en el interés y comprensión más amplia de lo que puede ser hoy premiable en una gran urbe. Desde una papelera a un edificio, la ciudad permanecerá en nuestro recuerdo por la comodidad de su mobiliario o por la claridad de sus imágenes de publicidad e información.

¿Quién no recuerda la hoy desaparecida imagen de Piccadilly o el vídeo gigante de Blade Runner con aquella oriental comiendo sin reposo?

Serían dos las conclusiones que destacar en este primer año de premios municipales. Una importante: la incorporación a los premios establecidos, con todo derecho y potencia, de las obras diseñadas desde el propio Ayuntamiento. Los equipos municipales participan con enorme entusiasmo en la definición de Madrid.

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Otra, la constatación de la dificultad que la arquitectura actual encuentra para intervenir en los espacios públicos a gusto de todos. Es cierto que Madrid no es una excepción. Las grandes operaciones urbanas de otras ciudades como París o Berlín se han enfrentado con los mismos problemas. Parece no poderse superar esta disociación entre la calidad del objeto y la memoria del lugar, de la que todos los sectores sociales se sienten depositarios.

Las polémicas en las intervenciones realizadas o la visión global, retrospectiva, confirman esta impresión. Una cierta sagacidad, el reposo y la sencillez deberían ser atributos en estas propuestas, que suelen pecar de monumentalistas, desenterrando inadecuados lenguajes de corte neoclásico.

Los premios concedidos son de gran interés. Ha faltado, sin embargo, en mi opinión, reconocer de un modo más explícito la labor de Gabriel Allende en la Fundación Santillana o la sencillez y claridad de la propuesta de Pérez Aciego y Quesada en el entorno del puente de Segovia, un ejemplo quizá importante de esa rotundidad y claridad tan necesarias en las intervenciones urbanas, aquéllo que más nos hace falta.

Salvador Pérez Arroyo es arquitecto.

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