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Reportaje:ELECCIONES, EL 22 DE JUNIOLOS PARTIDOS, ANTE LAS URNAS / 3

Suárez, empeñado en la reconquista del centro

El ex presidente del Gobierno se enfrenta con el cerco financiero y con el semiolvido en que ha quedado el CDS

Enfrentado a una nueva y para él particularmente difícil campaña electoral, en la que sabe que se juega la supervivencia de su partido, el Centro Democrático y Social (CDS), Adolfo Suárez deberá tratar de remontar en las próximas semanas las dificultades financieras y el relativo olvido en que el CDS se ve sumido. La campaña suarista, animada por un reducido grupo de colaboradores, contará como principal atractivo con la figura del propio Suárez. El ex presidente del Gobierno se verá inevitablemente forzado a un permanente debate con los reformistas de Miquel Roca, que también tratan de ocupar el mismo espacio del centro político.

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El CDS, a punto de cumplir los cuatro años de vida -fue oficialmente creado en agosto de 1982-, presenta un balance de actuaciones irregular y lleno de claroscuros. A lo largo de la pasada legislatura, Suárez, contando con tan sólo su propio escaño en el Congreso de los Diputados y el logrado por Agustín Rodríguez Sahagún en Ávila, eligió un tono discreto y escasamente crítico hacia el poder socialista en sus muy contadas intervenciones. No más de una docena de entrevistas periodísticas de ámbito nacional jalona la etapa interelecciones del ex presidente del Gobierno, que se ha visto asediado por periódicos, emisoras de radio y por la televisión, y que habitualmente ha rechazado todas las ofertas -algunas multimillonarias- para que cuente sus memorias.El partido de Suárez nació de un modo más que discreto: sin apenas militantes -si se exceptúa un grupo de fieles incondicionales, encabezados por José Ramón Caso, Jesús Viana, Rafael Calvo y el propio Rodríguez Sahagún-, con una sede prestada, el flamante duque de Suárez presentó su par tido a la Prensa -31 de julio de 1982- en un hotel madrileño, ad virtiendo que "si no alcanzarnos la financiación suficiente, haremos campaña con un spray en la mano". Inmediatamente, dos periodistas amigos -uno de ellos. Pablo Sebastián, acaba de convertirse en el nuevo jefe de prensa del partido- le regalaron un spray. Todo indica que, ya entonces, Suárez imaginaba que la travesía del desierto iba a ser dura. Cuatro años después, las cosas no han mejorado para él.

El partido, que parecía destinado a convertirse en el principal heredero de la desaparecida Unión de Centro Democrático, no ha logrado, merced a la asfixia económica y al guadianismo político practicado por su principal inspirador, consolidar su despegue: no logró concurrir a las elecciones autonómicas en Cataluña y el País Vasco, cosechó un severo fracaso en Galicia, consideró seriamente la posibilidad de no presentarse en Andalucía y concurre a las actuales elecciones legislativas en medio de serias incertidumbres sobre los posibles resultados.

Aplausos, pero no votos

Suárez, que pasó la primera parte de la legislatura más volcado en la consolidación de su bufete profesional, orientando su actividad hacia Latinoamérica, que en el afianzamiento de su nuevo partido, descuidó su escaño en el Parlamento y su presencia en los medios informativos nacionales. Para hacer partido prefirió recorrer las provincias españolas durante los fines de semana. Sus escasas declaraciones durante este período no indicaban en ningún momento el menor desánimo: aseguraba -y sigue haciéndolo- qué "inevitablemente" volverá a ser presidente del Gobierno y se negaba -y sigue negándose- a concluir cualquier tipo de pacto con fuerzas afines. Miquel Roca le ofreció encabezar el proyecto reformista y él respondió al político catalán invitándole a entrar en el CDS. Ahí concluyó cualquier posible acercamiento entre ambos.

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Hoy, Adolfo Suárez cuenta con un pequeño partido -unos 5.000 militantes, disciplinados y poco proclives, como su jefe, a las filtraciones periodísticas- y con el activo de su propia personalidad, a la que los sondeos de opinión siguen colocando, en lo referente a popularidad, sólo detrás de Felipe González. Cualquier aparición pública de Suárez es aplaudida por la muchedumbre -"me aplauden, pero no me votan", se lamenta- y sus declaraciones siguen siendo ansiosamente buscadas por los medios informativos, donde el duque mantiene indudables simpatías.

La incredulidad popular acerca de los verdaderos motivos que le impulsaron a presentar su dimisión como presidente del Gobierno a finales de enero de 1981 -él asegura que abandonó el cargo a causa de la rebelión del grupo parlamentario centrista- no ha menguado un ápice su popularidad.

Pero, pese a flamantes incorporaciones al partido -Raúl Morodo, Ignacio Camuñas- y a la proverbial discreción de sus militantes, es patente una cierta desmoralización en el seno del CDS. Suárez ha aplazado antiestatutariamente la celebración del segundo congreso del partido, que debería haberse celebrado el pasado mes de octubre, apenas toma decisiones colegiadas.

En general, sus incondicionales se quejan privadamente de tener poca voz en la marcha de los asuntos del CDS, férreamente controlado por los dos únicos dirigentes que parecen tener acceso directo al jefe: José Ramón Caso, que dirige el aparato y encarna las polémicas con los reformistas -ya se han puesto de manifiesto las primeras escaramuzas verbales entre CDS y PRD-, y Rodríguez Sahagún, alma de los trabajos parlamentarios. Se dice que ambos fueron quienes impusieron la táctica de silencio del CDS ante la campaña del referéndum sobre la OTAN, y que, contando con el beneplácito de Suárez, propiciaron el progresivo giro a la izquierda del partido, giro claramente perceptible en el programa electoral.

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