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Metáfora de libertad

En las pantallas convencionales se ha estrenado hace unos días una película norteamericana, El tren del infierno, dirigida por el ruso Konchalovski. Es un filme en el que no se han escatimado medios y se le nota esta riqueza externa. Pero interiormente no funciona; o, lo hace en sus momentos más inspirados sólo a medio gas. Es la historia de una evasión, es decir de la búsqueda obsesiva de unos hombres encerrados, primero en una cárcel y después en un tren desbocado, de un agujero que les conduzca a la libertad.Este mismo asunto -concentrado en el marco claustrofóbico de la cárcel- fue desarrollado hace 26 años por el cineasta francés Jacques Becker en La evasión (1959), y el esquema funciona plenamente en su película, que es una de las obras más perfectas del cine de su tiempo. La aventura, indistintamente exterior e interior, pues se desdobla sin perder su unidad en la cara y la cruz de un mecanismo extremo, en carne viva, del esfuerzo humano en busca de la libertad, alcanza aquí -contra la imprecisión del filme de Konchalovski- la noble precisión de un juego de geometría.

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La evasión es un canto y un análisis de la pasión humana por la libertad. Pero es también un riguroso filme de aventuras y no en sentido liviano, sino con toda la carga de gravedad que se esconde en el fondo de esta palabra: un esforzado itinerario físico, que coincide hasta confundirse con un itinerario moral. Jacques Becker, como todos los grandes narradores, a las gentes de que se sirve para contar historias, y las ama incluso más si cabe que a las historias que narra a través de ellas. Este filme es un caso magnífico de este amor.

No es fácil encontrar otro filme donde un asunto tan complejo como el elaborado por Becker alcance tanta transparencia en la ejecución. La anécdota crece, sigue creciendo y eleva con ella al espectador, a través de invisibles y múltiples hilos de identificación. Al final es el propio espectador el que huye y la historia -que se inspira en un hecho ocurrido en la prisión parisiense de La Santé- se convierte en una pulsión interior de su destinatario. Ahí reside la aventura en sentido profundo, en la conjunción de su exterioridad de origen con la interiorización de su resultado.

Entre la aventura y el poema hay un paso que sólo los cineastas de genio alcanzan alguna vez a dar. El conjunto de mínimos sucesos de esta evasión, compone en su proceso de elaboración un complicado mecano, pero en su precipitado final se hace metáfora, como la geometría se hace poesía. Becker lo explicó insuperablemente: "La eficacia de un filme está subordinada a la aplicación de una rigurosa lógica en el comportamiento del relato. En un verdadero filme todo debe ser convincente, pues incluso el menor detalle puede destruir el valor del conjunto".

El ajuste entre partes y todo, la idea de que un verdadero filme es una delicadísima construcción lógica en la que cada pieza contribuye a dar vida al poema residual, adquiere aquí extraordinaria evidencia. Es un filme de infrecuente madurez, si por esta entendemos lo que entendía Becker, que viene a ser lo mismo que entendieron Renoir, Ford y Hitchcock, tres hombres que podrían rubricar la frase citada del gran cineasta francés, muerto a los 54 años, pocos después de hacer esta hermosa obra testamentaria, metáfora de libertad junto a la muerte.

La evasión se emite a las 21.45 por TVE-1.

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