Adiós a las fiestas
Con el cierre ayer de la mayor parte de las ferias y exposiciones abiertas para San Isidro ha terminado el grueso de las fiestas patronales de Madrid con un resultado en el que ha habido de todo: participación masiva en los actos programados; problemas de organización; inauguración de un nuevo auditorio en la Casa de Campo del que Madrid estaba tan necesitado; defectos de sonido; revitalización del chotis y de los actos dirigidos a un público que en años, anteriores no quedaba excesivamente satisfecho, e inclusión en el programa de recitales de música clásica a cargo de artistas de fama internacional.
Al margen del coste económico, que en las próximas semanas se convertirá en caballo de batalla de los concejales del Grupo Popular, estas fiestas han iniciado un camino en el que se deberá profundizar en años posteriores: el de la participación. Asociaciones vecinales han podido, aún con algunas pegas, organizar diversos actos en su distrito, y peñas con un arraigo creciente en el ambiente castizo han sido reconocidas de forma oficial a la hora de programar los festejos de sus distritos.
Paralelamente, y quizá por demasiada precipitación en la programación, hubo que suprimir actos como el baile de los gigantes o la travesía a nado del estanque del parque del Retiro al comprobarse, a última hora, que los análisis del agua desaconsejaban la prueba. Se registró un problema de orden público al enfrentarse heavies y punks durante una de las actuaciones del auditorio de la Casa de Campo y numerosos ciudadanos hicieron pública su protesta al no encontrar entradas para algunos de los actos realizados en recintos cerrados cuando, en algunas ocasiones, el interior no estaba ni mucho menos completo. Eso sin contar con los problemas de sonido registrados en locales como el Palacio de los Deportes y comentados por los periodistas que cubrían la información y hasta por los mismos cantantes.
Estas críticas no han obedecido, como ha llegado a decir algún político, a que haya acabado la "era Tierno". Se trata simplemente de exigir la mejora de un producto que, si en un principio se vendió muy bien por lo novedoso, una vez que ha creado adictos -y las fiestas de San Isidro como otras que se hacen a lo largo del año ya son algo propio de la ciudad- ha de comprarse tanto por el envoltorio como por su contenido.
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