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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esperanzas democráticas en Corea

SE ESTÁ desarrollando en Corea del Sur un movimiento de masas con el objetivo de que la próxima elección de presidente, dentro de dos años, se celebre con plenas garantías y permita un total restablecimiento de la democracia. Desde hace tres meses, cada fin de semana se celebran concentraciones en diversas ciudades. El centro de este movimiento es el Partido de la Nueva Democracia, que logró 64 diputados en las últimas elecciones, a pesar de falsificaciones y coacciones gubernamentales. Más allá de esto, las movilizaciones abarcan a amplios sectores sociales, estudiantes, trabajadores, profesionales; y a la campaña se han incorporado influyentes personalidades religiosas, dos mil pastores protestantes, 400 sacerdotes católicos y 150 monjes budistas.El régimen que domina en Seúl, a pesar de ciertas formas parlamentarias, conserva su carácter medularmente dictatorial. El general Chun Doo Huan, antiguo jefe de los servicios secretos, tomó el poder en 1980 en un golpe militar, y aunque prometió un gradual establecímiento de las libertades democráticas, la prisa en hacer realidad esta promesa no ha sido la norma de su mandato. La existencia, por otra parte, de un verdadero frente de guerra entre Corea del Sur y el régimen comunista de Corea del Norte acrecienta, el poder de los militares en la política de Seúl.

El objetivo de las actuales movilizaciones es lograr que se modifique la Constitución antes de la elección presidencial _que debe celebrarse en febrero 1988_, para que el pueblo elija directamente al nuevo presidente. Es obvio que, en un país con libertades recortadas, las elecciones indirectas facilitan las maniobras del Gobierno. Recordemos que, en Brasil, la demanda de elección directa del presidente fue también la consigna que puso en pie al país. El reciente caso de Filipinas es, de todos modos, el que influye más fuertemente sobre Corea, tras la demostración de que una consulta electoral y movilizaciones pacíficas pueden poner fin a una dictadura.

En vísperas de la reciente visita del secretario de Estado norteamericano George Shultz a Seúl, el presidente Chun hizo unas declaraciones en el sentido de que estaría dispuesto a aceptar una reforma, decidida por el Parlamento, antes de las elecciones de febrero de 1988. Sin embargo, los dirigentes democráticos han rechazado esa promesa, porque deja de lado el punto decisivo: no hay un compromiso para elegir al presidente por la vía directa del sufragio popular.

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Complementaria mente,es oportuno recordar que las relaciones de EE UU con Corea del Sur tienen un fuerte componente militar. El presidente Carter anunció, durante su mandato, la retirada de un cuerpo expedicionario de 40.000 hombres, pero tal proyecto fue enterrado con la llegada de Reagan a la presidencia. Que la experiencia filipina haga cambiar de táctica a la Administración norteamericana y, en consecuencia, afloje su apoyo al régimen de Corea del Sur no está claro. Shultz se esforzó por hacer compatible, durante su visita, el apoyo al dictador Chun con pronunciamientos favorables a una transición pacífica y gradual hacia la democracia. Sin embargo, el hecho de que no haya conversado con el principal líder de la oposición democrática, Kim Dae Jung, exiliado durante años en EE UU después de ser condenado a muerte, es un gesto que confirma la, tentación de Washington hacia soluciones escasamente democráticas.

Kim Dae Jung se encuentra actualmente confinado por la policía en su casa, y se le ha prohibido participar en actividades políticas. El silencio del secretario de Estado norteamericano ante este hecho y ante la existencia de numerosos presos políticos, mientras criticó algunos casos de violencia a cargo de grupos estudiantiles, es una actitud que ampara al dictador. Ciertamente, el movimiento democrático tiene ahora una amplitud y una capacidad de presión superior al de otros períodos anteriores de la reciente historia coreana, pero parece claro que la posición norteamericana puede ser decisiva en que el país evolucione o no hacia la democracia.

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