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Tribuna
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Lobeznos

Acabo de leer un detallado informe sobre esos famosos "jóvenes lobos" españoles con los que la derecha y el liberalismo asustan al rojerío oficial, y ando estupefacto. No les discuto a estos cuarentones el adjetivo de jóvenes; les discuto el calificativo de lobos. Me pasma que una pandilla de muchachos dotados de currículos tan escasamente agresivos invoque el nombre del gran depredador totémico. No hay derecho a que esa beatífica promoción de licenciados en Derecho cuya única hazaña consistió en ganar oposiciones a funcionarios del Estado se acoja al prestigioso símbolo del terrible Fenris. Es indignante que a esa tribu de dóciles corderos a sueldo del Estado, que han sido incapaces de crear una sola empresa privada ni siquiera coquetear con una multinacional de tercera división, le otorguen ahora el injusto honor de ser las ovejas peludas del neocapitalismo feroz.Nuestros jóvenes lobos no sólo harían enrojecer a Félix Rodríguez de la Fuente, el padre de la criatura, sino que desmoralizarían a Chirac y a Reagan, los inventores de la metáfora política. Un joven lobo, para empezar, es un tipo que no mama de la Administración. Analizo las biografías de estos lobeznos y sólo encuentro técnicos de ministerio, letrados en Cortes, profesores agregados, fiscales, becados, casadas, concejales y diputados. El territorio del joven lobo es lo privado, porque esa raza se alimenta de privatizar y desreglamentar, y su célebre especialidad consiste en hacerle la vida imposible a la empresa pública, incluso al Estado. Lo primero que habría que exigir a estos muchachos para tomarlos en serio, para alobarlos, es que se autoprivatizaran inmediatamente. Que abandonaran en manada el burocrático territorio del enemigo y acreditaran que son capaces de vivir, reproducirse y fundar empresas en la jungla del mercado libre, como los cachorros de Chirac y Reagan. La licantropía política se demuestra depredando y acumulando capital en las noches de luna llena, no aullando desde el interior del traje gris marengo de funcionario público, que, para más confusión, es idéntico al uniforme reglamentista de nuestra Caperucita Roja de guardia.

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