Espartaco abre la puerta del Príncipe
ENVIADO ESPECIALA Espartaco le correspondieron dos torillos de esos que los taurinos llaman "de vacas", y les hizo cuanto sabe. Toda su ciencia taurómaca volcó Espartaco para torear los dos torillos, y le valió abrir la puerta del Príncipe, por la que salió a hombros, en medio de un auténtico entusiasmo popular.
La ciencia taurómaca de Espartaco, en los capítulos "para nota" que se reservan al arte, es bastante limitada, y por este motivo su toreo salía superficial y escasamente gustoso. En el tercer torillo de la tarde, además, desigual y no siempre con temple. Al sexto, en cambio, lo toreó despacio, recreándose en la largura de los muletazos, dando distancia, ritmo y reposo a las suertes, que son factores positivos.
Plaza de la Maestranza
13 de abril. Tercera corrida de feria.Toros de Carlos Núñez, chicos excepto 4º y 5º; muy nobles 2º, 3º y 6º. Curro Romero: media estocada caída (bronca); pinchazo y media (algunos pitos). José Antonio Campuzano: estocada trasera, recibiendo (petición y vuelta); media (ovación y salida al tercio). Espartaco: estocada ladeada (oreja); estocada (dos orejas). Salió a hombros por la puerta del Príncipe.
Principalmente, Espartaco derrochó voluntad de agradar, alegría contagiosa, que efectivamente contagiaba a un público tan predispuesto al contagio cuando de alegría se trata. Jipíos, ¡olés! ovaciones, eran la justa correspondencia del público que abarrotó la Maestranza, a la entrega del torero. Y, de paso, mosqueaba a Curro, para que se fuera enterando, por darle la tarde.
Inquietudes legionarias
El faraón tenía un día extraño. Unas veces vegetaba, víctima del zino, otras se le encendía el corazón de inquietudes legionarias. Cuando más se le encendía el corazón de inquietudes legionarias era en los toros de Espartaco, e intentaba quites. Hubo quien creyó que pretendía estropearle el pasodoble a Espartaco. Y no tal: hasta Curro se metamorfosea legionario con semejantes torillos "de vacas". Los quites le salieron regular: verónica y media de su marca en uno, apenas ni eso en el otro. Pero la ficción de una competencia en ciernes quedaba encendida y Espartaco la avivó brindándole al faraón el último toro.El faraón no quiso ni ver a su primero, simplemente porque se fue arriba en banderillas y embestía codicioso. Sí quiso ver al cuarto, un hermoso castaño, y lo lidió, sin delegar funciones. Tanto cuidaba su toro, que hasta se enfadó con el presidente por cambiar el tercio con dos varas. El presidente tenía razón: el hermoso castaño acabó sin resuello. Curro ensayó torearle de forma que fuera el propio toro el que se hiciera el toreo.
Citaba fuera de cacho, presentaba allá el engaño, no lo traía acá en la embestida, por si acaso. Una vez lo hizo y le salió un redondo de cartel; otras dos aguantó, y le salieron sendos pases de pecho, de cabeza a rabo. El faraón debió concluir que, para muestra, ya tenía bastante la Maestranza, y entró a matar.
El segundo torillo de la corrida tambien era "de vacas" y Campuzano le hizo una faena larga, técnicamente correcta, sin apenas inspiración. Se oleaba y musicaba, como decían las crónicas de la posguerra, pero sin entusiasmar. Mató guapamente, recibiendo, y aunque la estocada valía por sí sola una oreja, el presidente no la concedió. Luego otorgaría tres, sin mayor motivo. Éste presidente, José Luis León, fue el que le negó a Ruiz Miguel la oreja que se pidió por aclamación el domingo anterior. Debe ser que las orejas se conceden según de la ventolera.
El quinto, ya no torillo sino toro cuajado y hondo, tampoco era de vacas. Probón, derrotón; con la cara alta, José Antonio Campuzano lo castigó por bajo y en los medios aguantó peligrosos acosones, muy valiente y torero. Esta faena tuvo más mérito que la anterior, y nadie pidió la oreja. Las cosas de la vida. El hombre del día en la Sevilla taurina era ayer Espartaco. Pero hoy vuelve Curro a la Maestranza, la puerta del Príncipe está cerrada de nuevo y aún queda mucha feria.
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